La representación de la vida amorosa y sexual de los antiguos egipcios es escasa y menos explícita que en otras civilizaciones antiguas como Grecia, Roma o la cultura mochica de Perú. Sin embargo, y a pesar de que en los siglos XIX y XX todo descubrimiento arqueológico relacionado con la sexualidad se vio sometido a la censura propia de la época, podemos saber algo de cómo fue gracias a fuentes como los poemas amorosos del Reino Nuevo, los óstraca y grafitos con escenas más explícitas, el llamado Papiro erótico de Turín, los exvotos y amuletos sexuales y las escasas referencias en mitos y literatura de la época.
Religión y sexualidadGrafito satírico erótico encontrado en una tumba anónima de Deir el Bahari, que podría representar a la reina Hatshepsut.
Atum el creador (derecha), tumba de la reina Nefertari |
Con el tiempo, esta historia daría origen al título religioso femenino de Mano del dios. Algunos egiptólogos creen que, aunque no nos haya quedado constancia, sería plausible que se celebrase algún tipo de ritual en el templo durante el cual, emulando al dios Atum, la esposa del faraón, como Mano del dios, masturbara a su esposo. Por tanto, podemos deducir que para los antiguos egipcios dicho acto de autosatisfacción no representaba ningún tipo de comportamiento pecaminoso.
Al mismo tiempo, sin embargo, y según cuenta Heródoto, los egipcios fueron los primeros en prohibir mantener relaciones sexuales dentro del recinto del templo. En el capítulo 125 del Libro de los muertos, también conocido como la Confesión negativa (hablé de ello aquí), se dice: “No he fornicado en el Lugar Puro perteneciente al dios de mi ciudad”.
Otro aspecto relacionado con la religión y el sexo es la llamada teogamia, o lo que es lo mismo, relaciones sexuales entre humanos y dioses; más concretamente, entre un dios y una mujer, que será la madre del futuro faraón. De modo que este, al ser hijo carnal del dios, está legitimado para gobernar. En el Reino Antiguo nos encontramos con que el dios Ra es el padre de los tres primeros faraones de la V dinastía, trillizos nacidos de una mujer humana de nombre Ruddedet, que era esposa de un sacerdote.
En el Reino Nuevo, el dios Amón dejó embarazada nada menos que a una reina, la madre de la futura reina-faraón Hatshepsut. Al igual que Zeus, el dios se hace pasar por el esposo de la mujer mortal, y aunque esta termina dándose cuenta de que realmente no es su esposo, no pone reparos a la unión carnal con el dios disfrazado.
La madre de Hatshepsut y el dios Amón (arriba) manteniendo relaciones, de manera muy sutil. Deir el-Bahari. |
Es muy posible que la expresión “ponte la peluca” que aparece en algunos textos literarios egipcios, como el cuento de Los dos hermanos, fuera una forma de sugerir sutilmente un encuentro sexual. Un poema del Reino Medio nos muestra el papel tan destacado del peinado en este juego de la seducción:
Mi corazón piensa en tu amor, mientras que sólo un lado de mi frente está trenzado. He venido corriendo a buscarte, y he descuidado mi peinado; me he soltado el pelo y me he puesto mi peluca para estar lista en cualquier momento.
Las mujeres egipcias utilizaban postizos en forma de trenzas o pelucas enteras que les cubrían los hombros y eran adornadas con bellas diademas. A una buena y bonita peluca se añadía la depilación corporal con cuchillas y cremas depilatorias y el uso de maquillaje para resaltar los rasgos más favorecedores y ocultar las imperfecciones.
Hasta la IV dinastía se usó malaquita verde del Sinaí para maquillar los ojos, pero ya desde el período predinástico destacó el uso del kohl, una pintura negra a base de galena.
Un buen perfume, joyas (collares, pulseras, brazaletes, tobilleras y pendientes) y un ajustado y sugerente vestido de lino completaban el atuendo usado por cualquier mujer egipcia para seducir a un posible futuro marido.
Estatua del periodo Amarna (izquierda), peluca trenzada y diadema de oro con cabezas de gacelas (arriba) y cajita para guardar ungüentos (abajo) |
El escenario perfecto para la seducción eran las fiestas. Los banquetes en los que se comía y se bebía, a veces en exceso, acompañados de una hermosa música de fondo, podían terminar con un paseo y un encuentro sexual en la intimidad del jardín, rodeados de árboles y vegetación que ocultasen a los amantes de testigos indeseados.
Banquete en la tumba de Nakht. Músicas ligeras de ropa amenizan la comida |
¡Saludos a ti, Re Horakhty, padre de los dioses! ¡Saludos a vosotras, las Siete Hathor, que estáis adornadas con bandas de lino rojo! ¡Saludos a vosotros, dioses, señores del cielo y de la tierra! Ven, haz que Fulanita, nacida de Fulanito, vaya detrás de mí como una vaca detrás del forraje; como una sirvienta detrás de sus hijos; como un pastor detrás de su rebaño. Si ellos no hacen que ella vaya detrás de mí, le prenderé fuego a Busiris y quemaré a Osiris.
El matrimonio
En Egipto no hacía falta ningún tipo de ceremonia civil ni religiosa para considerar casada a una pareja, sino que bastaba con que ambos empezaran a habitar juntos bajo un mismo techo.
Aunque existe algún texto que nos sugiere que las mujeres, al menos en ocasiones, podían elegir a sus maridos, es posible que los padres tuvieran cierto papel a la hora de concertar los matrimonios, como en el caso de un padre que, desconfiando de su futuro yerno, le hizo firmar un documento donde juraba que no abandonaría a su hija, o sería golpeado cien veces y luego desprovisto de las propiedades que adquiriera junto a ella. En caso de divorcio (que podía estar motivado, entre otros motivos, por el adulterio de la mujer), la hija podía volver al hogar paterno.
Si los cónyuges no estaban del todo seguros de que su futuro esposo o esposa fuese el predilecto, existía la opción del matrimonio a prueba, que duraba un tiempo limitado.
Pero el fin último del matrimonio solo era uno: tener descendencia. Este hecho era vital, pues no solo serían los hijos quienes cuidarían de sus ancianos padres, sino que, además, serían los encargados de llevar a cabo el funeral y los ritos y ofrendas posteriores en la tumba de sus progenitores. Hasta tal punto era importante tener hijos, que la incapacidad para procrear era otro motivo de divorcio. No obstante, una pareja que no quisiera llegar a la separación siempre podía optar por la adopción.
La edad de los egipcios para casarse era muy temprana: los hombres en torno a los 20 años, y las mujeres en cuanto tuvieran su primera menstruación.
Podían casarse con extranjeros, pero no con esclavos, con los que sólo podían mantener un concubinato, a no ser que comprasen su libertad o fuesen adoptados. Los hijos habidos con esclavas debían ser adoptados por su padre, el hombre libre, para no ser considerados también esclavos.
La poligamia, aunque se consentía socialmente, fue muy poco practicada, por lo caro que resultaría mantener a más de una esposa. En cuanto al polémico tema de los matrimonios incestuosos, fueron algo exclusivo de la familia real, (y en ciertos momentos, no siempre) para conservar el poder dentro de una misma familia. Además, tenía una base en el mito de la creación heliopolitano, en el que las primeras parejas creadas por Atum eran hermanos y tuvieron que casarse entre ellos, ya que no había nadie más disponible. Entre la gente común no se realizaba este tipo de matrimonios; que los amantes utilizasen el apelativo cariñoso “hermano” y “hermana” no indicaba una verdadera relación familiar.
El harén real
Para aprender más en profundidad qué era el mal llamado harén puedes leer esta otra entrada del blog: "La casa jeneret".
Aunque la imagen que se tiene habitualmente de esta institución del antiguo Egipto sea similar a la de aquellos que existían en el imperio otomano y en los cuentos de Las Mil y una noches, en realidad eran diferentes. La casa jeneret era una institución paralela a la administración real, pero independiente de esta, y el lugar donde residía la familia del rey y donde eran educados sus hijos. Su sostén económico lo proporcionaba la explotación de las tierras pertenecientes al harén y determinados impuestos. Entre otras cosas, allí se producían tejidos para los trajes reales.
La prostitución
Aunque pocos son los testimonios que nos han llegado anteriores al reino Nuevo, no hay duda de que sería frecuente y también que estaba mal vista por el conjunto de la sociedad. La prueba está en el hecho de que tanto en la "Confesión negativa", que se hacía ante Osiris, como en las Instrucciones de Ptahhotep aparecen menciones a ello.
Durante el Reino Nuevo el oficio más antiguo del mundo se ejercía en las llamadas “Casas de cerveza”, lugares considerados de perdición por el consumo excesivo de alcohol que hacía perder el sentido común, por los rufianes que pululaban por ellos o, incluso, por el peligro de contagio de enfermedades venéreas, como la gonorrea. El papiro erótico de Turín nos permite hacernos una idea de lo que sucedería dentro de una de esas casas de cerveza, pues nos muestra a varias prostitutas con sus clientes.
Papiro erótico de Turín. Varias prostitutas atienden a sus "súper dotados" clientes. |
No parece que las prostitutas vistieran de un modo determinado o actuaran de manera distinta al resto de mujeres, pero sí es posible que algunas llevaran tatuajes, por ejemplo del dios enano Bes, si bien no era algo exclusivo de las “mujeres de vida alegre”. En el caso de la ciudad de Deir el-Medina, sin embargo, parece ser que las prostitutas y sus hijos sí eran enterradas en lugares concretos de la necrópolis.
Al contrario que en Mesopotamia, en Egipto no hay pruebas de que existiera la prostitución sagrada con sacerdotisas.
La homosexualidadHay referencias a encuentros sexuales homosexuales ya desde el Reino Antiguo. Por ejemplo, en el mito de Horus y Seth se nos dice como éste quiso tener un encuentro íntimo con Horus.
En la mastaba de la V dinastía de Niankhnum y Khnumhotep, estos dos hombres, a pesar de estar casados, aparecen representados juntos. Se ha dicho que podrían ser hermanos, pero la iconografía es similar a la de otras tumbas en las que aparece el dueño de la tumba con su esposa, de modo que es posible que hubiera una relación amorosa entre ambos.
Niankhnum y Khnumhotep. |
Lo deja muy claro el capítulo 125 del Libro de
los muertos:
No he copulado ni me he mancillado a mí mismo. No he sido el amante de un chico joven. No he tenido sexo con un hombre que se deja penetrar.La homosexualidad era vista como un medio de agredir al adversario y de situarlo en una situación de inferioridad que permitiera al agresor sacar provecho de su acción consiguiendo poder sobre él.
En cuanto a la homosexualidad femenina, no hay datos seguros.
Remedios contra la impotencia y afrodisíacos
Los egipcios contaban con varios remedios para poder cumplir con sus esposas, sobre todo en los casos en que un hombre mayor volvía a casarse con una mujer mucho más joven. Poner remedio a la impotencia era de vital importancia, sobre todo en el caso de que aún no se hubiera tenido descendencia, pues, aunque como último recurso se podía optar por la adopción, el hombre egipcio sentía como una herida en su orgullo propio no poder dejar embarazada a su mujer.
También usaban afrodisíacos, como nos dice
este texto del s. III d.C.
Cómo hacer que una mujer ame a su marido. Machaca semillas de acacia con miel, unta tu falo con esto y duerme con la mujer.
Posturas
No hay mucha documentación al respecto, pero existen algunos ejemplos en las pinturas de
algunas tumbas, en grafitos, óstraca o en textos religiosos. Por ejemplo, el Libro de los ataúdes/sarcófagos dice:
La mujer tendrá placer debajo de él cada vez que él copule.
Pareja copulando "a tergo". British Museum |
Según Marc Orriols, aunque las imágenes de parejas teniendo sexo "a tergo" sean las más frecuentes, eso no significaría necesariamente que esta postura fuese la más habitual, puesto que estas representaciones responderían a una doble finalidad: por un lado, satírica, ya que la penetración anal simbolizaría la humillación o sometimiento del personaje sodomizado (por ejemplo, la reina Hatshepsut). Y por otra parte, los principales autores de esos grafitos y óstraca serían hombres que reflejarían así sus propias fantasías sexuales, como vemos en el peculiar papiro erótico de Turín. Por tanto:
Queda en el aire la cuestión de cuál era la postura sexual más practicada por los antiguos egipcios, ya que, si bien a partir de los textos sagrados parece ser la posición en la que el hombre yace encima de la mujer, al cotejar con imágenes profanas se ve claramente que la proporción de ésta frente a otras posturas es muy inferior. Se deberá, pues, seguir indagando sobre esta cuestión para alcanzar una conclusión definitiva.
La hora preferida por las parejas egipcias para dar rienda suelta a su pasión era la noche, algo lógico si tenemos en cuenta el calor egipcio durante el día, que debía quitar las ganas incluso a los amantes más fogosos.
Al contrario que en la tradición judeocristiana, para los antiguos egipcios el hecho de que la mujer llegara virgen al matrimonio carecía de importancia.
Bibliografía:
PARRA ORTIZ, J.M. (2001): "La vida amorosa en el antiguo Egipto". Ed. Alderabán. Madrid, España.
ORRIOLS I LLONCH, M. (2009). "Trabajos de Egiptología/ papers on ancient Egypt". "Léxico e iconografía erótica del antiguo Egipto. La cópula a tergo". Actas III Congreso ibérico de Egiptología. Ed. Isfet- Egiptología e Historia. Tenerife, España.
Interesantísimo artículo, Isabel. Muchas gracias ;-)
ResponderEliminarGracias a ti por leerme :)
EliminarMuy buen articulo, excelente.
ResponderEliminarGracias
EliminarMuy bueno y completo el artículo gracias.
ResponderEliminarMe encantó..
ResponderEliminarMuy bueno gracias
ResponderEliminarInteresante
ResponderEliminarIsabel: estupendo articulo, como siempre, interesante e informativo. Me encanta leer tu website.
ResponderEliminarGracias!
EliminarMuy interesante, amiga mía, la verdad es que nunca me había dado por estos temas egipcios, pero nunca está de mas saber. Y como cada vez que leo algo tuyo, aprendo algo nuevo, muchas gracias, y feliz finde, kisses
ResponderEliminarGracias, Igor. Por algo dicen que no te irás a dormir sin aprender algo nuevo, besos.
EliminarMuy interesante me encanta esta cultura hermoso tu artículo
ResponderEliminar¡Gracias!
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