sábado, 17 de abril de 2021

Reseña "Cleopatra" - Colección "Mujeres poderosas"

Buenos días, amigos del templo de Seshat. Como os dije hace unos días en Facebook y Twitter mi última lectura ha sido "Cleopatra" de la colección "Mujeres poderosas" de RBA. En esta entrada os escribiré la reseña con mi opinión sobre este libro.

"Cleopatra" es la primera entrega de esta colección

Sinopsis: 

Durante siglos, el relato de quiénes fueron estas mujeres poderosas ha sido distorsionado. Sus vidas fueron fascinantes, pero el poder que ejercieron fue incomprendido y negado por el discurso misógino imperante en su época. 

Historiadores, escritores, poetas y artistas reflejaron una visión sesgada de sus vidas. Nos ofrecieron un retrato desenfocado, que las estereotipa según clichés asignados al femenino y niega así sus cualidades y su capacidad para ejercer el poder.

Cleopatra. La tergiversada historia que os han contado: una reina ambiciosa, que sedujo a los dos hombres más poderosos de Roma para conservar su trono.

La verdadera historia que os contamos: faraón culta y estratega, protegió a Egipto del avance de Roma, extendió sus confines y le devolvió su esplendor.

Ni embaucadora, ni cruel. La reina estratega

Sobre la autora e ilustradora:

La autora de esta obra es la escritora y novelista española Ariadna Castellarnau, nacida en Lérida en 1979. Es licenciada en filología hispánica por la universidad de Lérida, en teoría literaria y literaturas comparadas por la Universidad de Barcelona y posee el máster en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra. También ha trabajado en el Ministerio de cultura argentino y como periodista en la sección de cultura del diario Perfil y Página 12. Además del libro que hoy reseñaré, es autora de las novelas Quema y La oscuridad es un lugar.

La ilustradora es Cristina Serrat, que también ha colaborado con RBA en la elaboración de las portadas de su colección "novelas eternas".

Reseña:

La colección "Mujeres poderosas" nos presenta en su primera entrega la historia de una de las reinas más famosas de la Antigüedad, Cleopatra VII (69-30 a.C.). Yo hubiera preferido que empezara con otras reinas anteriores, como Nefertiti o Hatshepsut, que desconozco si están incluidas en la colección. 

En el prólogo la autora nos habla brevemente de cómo la imagen de Cleopatra se fue desvirtuando con los siglos, ya desde tiempos de su enemigo Octavio, por aquello de que la historia la escriben los vencedores. No obstante, gracias a las fuentes egipcias y árabes, que tenían una visión totalmente distinta de la reina por no haber estado en contacto con la propaganda romana, podemos acceder a otro punto de vista, ignorado durante siglos. Para saber más sobre la visión de Cleopatra VII en las fuentes griegas y árabes os recomiendo leer esta entrada del blog de la Dra. Marina Escolano-Poveda: Cleopatra, erudita, mecenas, reina.

"Historiadores árabes como Ali al-Masudi hablan de ella como filósofa, matemática y médica, una gran monarca protectora de su pueblo, sin hacer ninguna referencia a su moral o su poder seductor".

Después, a lo largo de seis capítulos, la autora nos narra los principales acontecimientos de la vida de Cleopatra en forma de novela biográfica. La elección de este género literario tiene sus ventajas y sus inconvenientes, pues al mismo tiempo que hace la lectura más amena y ágil, puede llevar al neófito a ciertas confusiones. Por ejemplo, una escena que me ha gustado mucho es cuando Cleopatra, el día de su coronación, observa la estatua de un antiguo coloso de Ramsés II y reflexiona sobre personajes y reyes del pasado, como el propio Ramsés, Imhotep, Zoser o, incluso, Nefertari y la reina hitita Puduhepa, que gracias a las cartas que intercambiaron contribuyeron a la firma del primer tratado de paz de la historia del que nos queda constancia. Pero, al menos que yo sepa, Cleopatra no conocía el nombre de estas reinas. Es una escena emotiva, que nos habla de como la última reina ptolemaica reconocía el papel de otras mujeres que estuvieron en el trono de Egipto antes que ella, pero es muy probable que nunca sucediera.

Cleopatra llegó a Roma en 46 a.C. llamada por César no como su amante, sino como la gobernante de un estado que, como muchos otros en ese momento, era libre pero vasallo de Roma. Se habían conocido unos años antes en Alejandría durante el enfrentamiento entre la reina, que había tenido que exiliarse a Siria y regresar a Egipto a escondidas, y su hermano menor Ptolomeo XIII, instigado por los consejeros de este. Me ha gustado que la autora nos presente ese primer encuentro no como la reunión entre una jovencita semi desnuda y seductora y el "viejo verde" romano, sino como el encuentro entre dos iguales, que tenían mucho que ganar, políticamente hablando, si se aliaban.

Cleopatra (1934)

Este momento histórico se nos ha presentado en el arte, el cine y la literatura de forma similar a como vemos en la imagen de arriba, en la que la actriz Claudette Colbert más parece una bailarina exótica que la reina de un estado que, aunque en decadencia, aún era rico, estaba situado en un punto geográfico estratégico y poseía una historia basta y multicultural, cuya perla era Alejandría, en la que convivían griegos, egipcios y judíos, entre otros.

Si nos parece inconcebible un encuentro entre dignatarios y dignatarias de importantes instituciones y estados actuales o pasados con estas "pintas", ¿por qué hemos creído durante siglos esa visión de Cleopatra no como una estadista, sino como una ramera? Porque una mentira repetida muchas veces, al final, se convierte en "verdad". La incapacidad para leer los jeroglíficos hasta que en 1822 Champollion descifró la piedra Rosetta y la escasez de egiptólogos demotistas -como bien apunta la Dra. Escolano-Poveda-, que pudieran leer las fuentes escritas en demótico -el sistema de escritura utilizado en la administración y la literatura de Egipto desde el S. VII a.C- ha impedido durante siglos que conociéramos la versión egipcia de su reina. Para cuando pudo hacerse, en Occidente ya había calado hondo la imagen de Cleopatra como esa femme fatale, lujuriosa y ambiciosa, que tanto benefició a sus enemigos políticos.

"Los romanos ilustres que se acercaban a la villa de César, invitados por la reina, se encontraban con un panorama muy distinto a la supuesta depravación de los orientales. Cleopatra solía presidir debates intelectuales y departir con los sabios sentada en el jardín. Allí se hablaba de poesía, historia, medicina o astronomía. Los visitantes se quedaban azorados ante los conocimientos de la faraón y, a la vez, por el modo que tenía de conducir la conversación".

En la narración se destaca el papel de Cleopatra como lo que era: la reina de un Egipto muy influido por la cultura griega -sobre todo en Alejandría-, y bajo la constante amenaza de Roma, que tenía la capacidad de anexionar el país del Nilo en cualquier momento. Era la descendiente de una serie de reyes tan cultos como proclives a deshacerse de sus rivales, familiares incluidos; sus propios hermanos se rebelaron contra su padre y contra ella misma varias veces. Cleopatra, por tanto, estuvo en constante peligro la mayor parte de su vida. Eso despertó su ingenio, y le hizo buscar siempre la manera de que, en primer lugar, sus hijos -tuvo cuatro, hecho obviado en muchas películas y novelas-, después su reino y finalmente ella pudieran sobrevivir. 

"Los romanos jamás comprenderían su compleja situación ni sus verdaderas intenciones. ¿Cómo explicarles que Roma se había aprovechado durante años de la riqueza y la fuerza militar egipcias y que su único objetivo era proteger su reino? Imposible. Aquella gente solo la veía como una amenaza, cuando eran ellos la verdadera amenaza para Egipto".

El libro termina con unos capítulos a los que la autora ha titulado "visiones de Cleopatra", en los que nos hace un breve repaso a la imagen que el arte, la literatura y el cine han transmitido en Occidente sobre la figura de la reina ptolemaica, y que beben de las fuentes antiguas romanas (Horacio, Lucano, Plutarco, etc.): la seductora oriental, la serpiente del Nilo, la perversa femme fatale que sedujo a dos buenos ciudadanos romanos, la soberana cruel y sanguinaria, la pecadora vencida por la muerte...

"Cleopatra probando venenos en prisioneros condenados" (1887), A. Cabanel

"Alcanzó renombre por su belleza, pero sobre todo fue famosa en el mundo entero por su avaricia, crueldad y lujuria". De mulieribus claris, Bocaccio (S. XIV).

Frente a esta visión, la edición de RBA nos presenta una reina culta y estadista, con rasgos basados en los pocos bustos que se le atribuyen -y que tienen poco parecido con la belleza anglosajona de actrices como Liz Taylor o Vivien Leigh-, de mirada serena, vestida a la griega, pero luciendo peluca, collar y cetros tradicionalmente egipcios, que reflejan la realidad histórica con más fidelidad que las imágenes exóticas y de semi desnudez a las que estamos acostumbrados.

El libro termina con una cronología de las fechas más importantes de la vida de la reina y un índice, pero he echado en falta que aparezca la bibliografía consultada.

He de decir que he visto algunos pequeños errores como que la autora se refiera a la sirvienta Iras como Eira, o que afirme que existieron 33 dinastías, cuando Manetón clasificó la historia de Egipto en 30 dinastías (31 si contamos la ptolemaica). Tampoco me parece acertado llamar a Cleopatra VII faraón, ya que lo que caracterizaba a faraones femeninos como Hatshepsut, entre otras cosas, era el hecho de no tener cónyuge, atribuirse los términos masculinos y presentarse con una iconografía masculina; Cleopatra nunca se "masculinizó" y, además, nunca reinó en solitario, ya que estuvo casada con sus dos hermanos, que fueron reyes, y a la muerte de Ptolomeo XIV nombró rey a su hijo, Cesarión. Por tanto, sería más correcto referirse a ella como reina o, incluso, en su caso concreto, "faraona" como nos explica aquí la egiptóloga Marina Escolano-Poveda, ya que para su época sí se han encontrado inscripciones en demótico con la palabra per-aat -femenino de per-aa, la palabra egipcia para faraón-.

Normalmente suelo huir de cualquier libro, documental o película que me vendan como "la verdadera historia" o "lo nunca contado", ya que suele ser más una estrategia de marketing que la realidad; en el caso de este libro, si bien me ha gustado y tiene cosas positivas, me reafirmo en mi creencia. No me ha aportado nada que no haya leído ya, por ejemplo en "Breve historia de Cleopatra", de editorial Nowtilus, que ya reseñé hace un tiempo. No obstante, al estar narrado de forma sencilla, pero repasando todos los momentos importantes de la vida de la reina, es una buena primera toma de contacto con este personaje histórico, si bien yo recomendaría a los neófitos en el tema seguir profundizando con otras obras escritas por historiadores y no por novelistas.

Llama la atención que la autora remarque varias veces lo sibilino, astuto y manipulador que era Octavio, pero que pase de puntillas por momentos oscuros de la vida de la propia reina como fueron las oportunas desapariciones de Ptolomeo XIV o Arsínoe.

Para reivindicar la importancia de estas mujeres, y de Cleopatra en concreto, no se puede ni debe pasar de llamarla "serpiente del Nilo" a santificarla o dulcificarla. Tan malo era inventar o exagerar sus "defectos", como intentar obviarlos o quitarles importancia en la actualidad. Las mujeres somos seres humanos y, como tal, tenemos luces y sombras, aciertos y errores. Que estos personajes históricos fueran en determinados momentos ambiciosas, egoístas, crueles o que tuvieran una vida sexual más o menos activa (como cualquier otro hombre de su época) no las invalida. 

Cleopatra y su hijo mayor Ptolomeo XV César (Cesarión) en Dendera. Wikipedia

Dio la casualidad de que me compré este libro el mismo día que vi estas dos conferencias, que os recomiendo mucho: La verdadera historia de Cleopatra y El mito de Cleopatra, más allá de la historia de Rosa María Cid, profesora catedrática de Historia antigua en la universidad de Oviedo, con las cuales veo muchas -quizás demasiadas- similitudes.

Busto atribuido a Cleopatra VII. Altes Museum.

"Más allá de Roma, la memoria de Cleopatra sería honrada durante siglos por los egipcios, los árabes y otros pueblos que, afortunadamente, nada supieron de las campañas de difamación tejidas por Roma.

Doscientos años después de su suicidio, Zenobia, reina de Palmira, la tomaría como modelo y fuente de inspiración, declarándose su descendiente política".


martes, 13 de abril de 2021

La reina Nefertiti, poder y belleza

"Clara de rostro,

Felizmente ataviada con la doble pluma.

Soberana de felicidad

Dotada de todas las virtudes,

con cuya voz todos se regocijan

señora de gracia, grande de amor,

sus sentimientos regocijan

al Señor de los Dos Países…

la princesa hereditaria,

grande de favor,

dueña de la felicidad,

resplandeciendo con sus dos plumas,

regocijando con su voz a quienes la oyen,

hechizando el corazón del rey en su casa,

satisfecha de todo cuanto se dice.

La gran y muy amada esposa del rey,

Señora de los dos países,

"Bellas son las bellezas de Atón" (Nefer Neferu Atón)

"La bella ha venido" (Nefertiti)

Viva por siempre".

Como demuestran estas palabras de su propio esposo, el polémico Akhenatón, grabadas en una de las estelas fronterizas de la ciudad de Amarna, la más famosa reina egipcia (con permiso de Cleopatra) destacó ya en su tiempo por su mítica belleza, que ha quedado inmortalizada hasta nuestros días en el busto del Museo de Berlín, y se ha intentado recrear en decenas de películas, novelas y documentales.

Como previendo el don de la belleza con el que los dioses bendecirían a su hija, posiblemente fuera la madre de la niña Nefertiti quien elegiría dicho nombre para su pequeña. Literalmente "la bella ha llegado" (en egipcio, neferet-ity), sin embargo es probable que su progenitora no pudiera llegar a ver la mujer en que se convertiría Nefertiti, debido a su temprana muerte.

Aunque no existan pruebas arqueológicas concluyentes que nos permitan saber con total seguridad los nombres de los padres de la reina, la mayoría de estudiosos del antiguo Egipto ven al más probable candidato para ser su padre en el personaje de Ay, descartando ya las teorías que hace unas décadas relacionaban su nombre con un posible origen extranjero, identificándola incluso con la princesa mitania Taduhepa, que viajó a Egipto para desposarse con el faraón Amenhotep III. Tampoco se trataría de una princesa, ya que no poseyó el título de “hija del rey” que estas sí tenían.

Por tanto, parece probable que Nefertiti fuera hija del ya mencionado Ay, un alto dignatario de la corte, con los cargos de teniente general del cuerpo de carros y escriba del rey. Otra prueba a su favor es que poseyó el título it-netjer o “Padre divino”, que puede interpretarse también como suegro del rey. Este mismo título ya lo había tenido su padre, Yuya, quien sí sabemos que fue suegro de Amenhotep III.

Sarcófago de Yuya
Sarcófago de Yuya
Ay, que años después se convertiría él mismo en faraón, contrajo segundas nupcias con una mujer llamada Tiy, que además fue nodriza de la propia Nefertiti; de ahí que se piense que su madre no habría sido esta mujer, quien sin embargo sí lo fue de la otra hija de Ay: Mut Neyemet, que tras la época de Amarna sería reina también al casarse con Horemheb.

La joven Nefertiti crecería en palacio o bien en Akhmin, en el Egipto Medio, la ciudad de procedencia de su familia, junto a su medio hermana Mut Neyemet, bajo los atentos cuidados de su madrastra Tiy y de su padre Ay.

Por su parte, el joven Amenhotep (más tarde Akhenatón) llevaría la vida acomodada y tranquila de un hijo del faraón que, sin embargo, no estaba destinado a gobernar, pues esa responsabilidad sería de su hermano mayor Tutmosis. Pero la muerte repentina de este príncipe cambiaría tanto el futuro de Amenhotep (Akhenatón) y Nefertiti, como el del propio Egipto.

Los reyes debieron desposarse antes de la coronación de Amenhotep IV, siendo muy jóvenes, algo habitual en el antiguo Egipto. ¿Vio Tiyi en su sobrina, hija de su hermano Ay, a una perfecta candidata para desposarse con el príncipe heredero Tutmosis, antes de su temprana muerte? ¿Prefirió reservarla para su hijo menor Amenhotep, que no estaba destinado en principio a gobernar, por no ser ella una princesa? Igualmente podríamos plantearnos si la desaparición del príncipe Tutmosis fue accidental o no, o si en el matrimonio entre Akhenatón y Nefertiti jugó algún papel el amor, como intentaron dejar patente posteriormente en sus representaciones. Lo más seguro es que nunca podamos responder a estos interrogantes. Fuera como fuese, el hecho es que hacia el año 1352 a.C. el joven Amenhotep, cuarto de su nombre en subir al trono, fue coronado faraón y, de esta manera, su esposa y prima, la bella Nefertiti, asumió el papel de Gran Esposa Real. 

A pesar de ser conocida por su belleza, Nefertiti no se limitó a ser una simple reina destinada únicamente a dar a luz a los hijos del rey, sino que jugó un importante papel en la vida política y religiosa de Egipto, tanto antes como después de la llamada revolución de Amarna. No en vano, su antecesora en el cargo, la reina madre Tiyi, fue un gran ejemplo para la joven reina. Esta dama, posiblemente su tía, cuyos retratos muestran un gesto serio y decidido, debió ejercer una gran influencia tanto en su hijo como en su nuera durante los ocho años que sobrevivió a su esposo. En vida de este, Tiyi había sido una fiel y eficaz colaboradora en las tareas de gobierno, llegando a ser reconocida por los soberanos de otras naciones vecinas, como Mitanni. A la muerte de Amenhotep III, el rey mitanio Tushratta aconsejaba al nuevo faraón que preguntara a su madre por los asuntos de estado, pues nadie los conocía tan bien como ella. 

Momia de la reina Tiyi

Solarización religiosa: 

El comienzo del reinado de Amenhotep IV (nombre que significa "Amón está satisfecho") no hacía sospechar aún lo que vendría después, aunque ya desde tiempos de su abuelo Tutmosis IV y de su propio padre, Amenhotep III, se venía viendo un acercamiento al dios sol y al clero de Ra de Heliópolis, es decir, una solarización religiosa, quizás como una manera de ponerle freno al poderoso clero de Amón.

Antes de trasladar la capital a Akhetatón (actual Tell el-Amarna), Amenhotep IV planificó llevar a cabo un ambicioso proyecto constructivo en Tebas, algo nada novedoso en apariencia. Pero en lugar de dedicar estas construcciones al gran dios Amón, Amenhotep IV/Akhenatón proyectó unos monumentos destinados al disco solar, Atón. Estos se levantarían fuera del muro este de Karnak, es decir, fuera de los dominios de Amón Ra. El primero de estos templos es el Gem-pa-Atón, "Atón ha sido encontrado". En su interior el faraón mandó erigir estatuas colosales suyas y de la Gran Esposa Real. Pero no eran estatuas tradicionales, sino que ya mostraban las características propias del llamado arte amarniense: miembros delgados y largos, vientres abultados, amplias caderas y muslos grandes y una cara alargada, que les daban una apariencia extraña y surrealista que a menudo se ha interpretado como un indicio de enfermedad. No obstante, hoy en día se cree más probable que esta apariencia tan distinta al arte tradicional fuese intencionada, de manera que se marcase la diferencia con todo lo anterior. El faraón y la reina se distinguen así del resto, acercándose a la divinidad; su apariencia andrógina recuerda que el rey es el hijo de Atón, quien es a la vez el padre y madre de la humanidad. 

La propia apariencia del dios también cambió: antes de Akhenatón se le había representado como un hombre con cabeza de halcón. Ahora era un disco solar del que brotaban numerosas manos que portaban el ankh, símbolo de la vida. 

La pareja real junto a sus tres hijas mayores. Museo Egipcio de El Cairo. Wikipedia.

Nefertiti, gran sacerdotisa de Atón: 

La participación de Nefertiti en la llamada revolución amarniense no se puede poner en duda, pues la arqueología nos demuestra que estuvo tan implicada en la instauración del atonismo como su propio esposo. Participó junto a Akhenatón en todas las ceremonias oficiales en honor a Atón, e incluso realizó los rituales de culto en solitario, como gran sacerdotisa del dios. Esto es así desde el comienzo del reinado, pues nos encontramos con que uno de los templos que el faraón mandó construir en Tebas, el llamado hut benben o "Mansión de la piedra benben", fue un templo donde la reina llevó a cabo el culto diario a Atón en solitario. 

Nefertiti aparece en la decoración como figura principal, en ocasiones acompañada por su hija mayor Meritatón, pero nunca de su esposo. Esto supone toda una novedad y nos indica la importancia que alcanzó Nefertiti al no necesitar la compañía del rey, hasta entonces el único intermediario entre el mundo divino y humano; Nefertiti casi había adquirido la categoría de faraón. 

Además, otro dato interesante es que en los talatats, los pequeños bloques de piedra con los que se construyeron los templos de Atón, el nombre de Nefertiti aparece casi el doble de veces que el del rey. En Akhetatón, la nueva capital fundada en honor al dios Atón, Nefertiti continuó con sus tareas rituales, teniendo a su cargo un clero femenino. 

Nefertiti ofrendando a Atón, acompañada de su hija. Museo Ashmolean, Oxford.

La importancia de la celebración de los rituales era fundamental puesto que, rechazada la existencia de un Paraíso en la doctrina de Akhenatón, el proceso de culto era imprescindible para ayudar en la “resurrección” diaria de las almas que habían quedado “dormidas” durante la noche. Estas resucitaban al alba, a la salida del sol, y se alimentaban de las ofrendas de los altares del dios durante el día, hasta volver a quedar en letargo cuando Atón se ocultaba. 

Antes de prohibir el culto al resto de dioses en torno al noveno año de reinado, Akhenatón y Nefertiti, acompañados de sus hijas, ya habían sustituido a las tradicionales tríadas divinas al aparecer representados en estelas.  Estas se han encontrado en  las ruinas de las casas de Amarna, y habrían servido para que el pueblo realizara sus plegarias, que serían así transmitidas a Atón por medio de sus únicos intermediarios, la familia real. Igualmente, las antiguas procesiones de dioses celebradas durante las fiestas religiosas fueron sustituidas por las de la familia real, que cada día se desplazaba en un lujoso carro por el Camino Real de Amarna desde el palacio hasta el templo, acompañados de soldados y guardias personales del faraón.

En cuanto al mundo funerario, aunque la momificación del cuerpo siguió practicándose, Osiris perdió su papel de rey de los muertos. Se abandonó la idea de un viaje nocturno del sol por el inframundo; de hecho no se sabía bien dónde iba el Atón por las noches. Las almas de los difuntos simplemente dormían, “resucitando” cada mañana con la nueva salida del sol. Por tanto, no era necesario un juicio ni el pesado del corazón para considerar maatyu ("justificado") a un fallecido, sino que alcanzaba dicha categoría mediante la lealtad al faraón que había mostrado en vida. De esta forma, la pareja real se convertía en los garantes de una vida después de la vida, aunque muy distinta de la existencia paradisíaca de la religión anterior. 

Ahora son los reyes y sus hijas los representados en las paredes de las tumbas, sustituyendo a los antiguos dioses funerarios. La bella Nefertiti (u otro miembro de su familia) aparece en las cuatro esquinas del sarcófago con la misión de proteger el cuerpo del difunto, sustituyendo a diosas tan importantes del antiguo panteón como la propia Isis.

Los reyes en procesión montados en un carro. Tumba del jefe de policía Mahu. Amarna

Sin duda, en todo este proceso Akhenatón se vio plenamente apoyado por su esposa Nefertiti. En una nueva muestra de su devoción por el dios Atón ambos reyes cambiaron sus nombres en el año cinco de reinado: Amenhotep IV pasó a ser Akhenatón, mientras que Nefertiti se añadió el nombre de Nefer Neferu Atón  ("Bellas son las bellezas de Atón"). 

Por otra parte, la reina también tenía por primera vez la facultad de condecorar a sus fieles súbditos, incluidas las mujeres. Para ello entregaba regalos como grandes collares de oro desde la llamada “Ventana de las apariciones”. Una de las damas distinguidas con tal honor fue Meretre, que se hizo representar en su tumba recibiendo estos honores de parte de la reina, acompañada de sirvientes y música.

Descendencia:

Akhenatón y Nefertiti fueron padres de seis niñas, nacidas a lo largo de los primeros nueve años de reinado. A pesar de que se ha especulado con la posibilidad de que Nefertiti fuera la madre del rey Tutankhamón, no hay pruebas que confirmen este hecho. A día de hoy sólo se le reconoce la maternidad de las princesas Meritatón, Maketatón, Ankhesenpaatón, Neferneferuatón, Neferure y Setepenre, pero de ningún hijo varón.

No obstante, la falta de un heredero de sexo masculino no pareció preocupar especialmente a los reyes, pues las escenas de la pareja real acompañada por sus hijas son habituales en el arte de Amarna. Así, podemos verlos dándose muestras de cariño, comiendo en un banquete, rindiendo culto a Atón o en las ya mencionadas "Ventanas de apariciones" recompensando a algún súbdito por sus buenos servicios al estado. Pero lejos del hieratismo del arte anterior, estas escenas íntimas nos muestran el amor que se profesaba la familia, tanto en los actos públicos como en la intimidad del palacio. No obstante, no hay que dejarse engañar; estas escenas no son gratuitas, sino que buscan transmitir una idea: la felicidad de la familia real se debe a la bendición de Atón, que preside las escenas desde lo alto, tocando con sus rayos/manos a la familia real.

Este predominio de figuras femeninas acompañando al rey ha llevado a egiptólogos como Barry J. Kemp a hablar de una especie de “matriarcado de Atón”, puesto que no existe ninguna representación de la familia real en las que aparezca un príncipe heredero varón. Pero teniendo en cuenta que el faraón tuvo varias esposas secundarias aparte de Nefertiti parece poco probable que no naciera ningún niño. Si realmente el rey Tutankhamón era hijo de Akhenatón (y de otra de sus esposas, como Kiya), su ausencia podría tomarse como una prueba más de la importancia del sexo femenino en la ideología atoniana. 

El final de la reina:

Busto de Meritatón. Louvre
Los constantes embarazos de Nefertiti debieron interpretarse como una muestra de la bendición de Atón a los reyes por la devoción que le mostraban. Por esa misma razón, la muerte de la segunda de sus hijas, Maketatón, en el año doce de reinado siendo aún una niña debió ser un golpe terrible para la familia real, cuyo dolor podemos ver aún reflejado en los muros de la tumba real de Akhetatón. Las tres hijas menores también desaparecen de los anales, por lo que se ha especulado con la posibilidad de una epidemia que asoló la ciudad de Amarna, arrebatándoles la vida a las cuatro princesas en poco tiempo. 

Este año doce es clave en la vida de Nefertiti, no solo por la muerte de una o, quizás, varias de sus hijas, sino también porque a partir de entonces desaparece de los documentos oficiales y de los monumentos de Amarna. El puesto de Gran Esposa Real lo asume entonces su primogénita, Meritatón. 

Se ha especulado mucho con el motivo de esta desaparición, barajándose o bien una caída en desgracia de la reina, que se recluyó en el palacio norte de Akhetatón, o bien incluso su muerte, quizás por la mencionada epidemia. No obstante, una tercera posibilidad se nos presenta; casi al mismo tiempo de la desaparición de Nefertiti, aparece un corregente junto a Akhenatón, que lleva por nombre, precisamente, Neferneferuatón, uno de los nombres de la reina. Estamos pues ante la conversión de la reina en “rey”. No hay duda de que Nefertiti había asumido la corregencia junto a su esposo, llegando a adoptar una seudo titulatura real al estilo de los faraones con el nombre de Neferneferuatón Ankh(et)kheperura. 

Escena del Durbar. Fuente: amigosdelantiguoegipto.com

Otro indicio de esto lo encontramos en la tumba del superintendente Merire II, en la necrópolis norte de Amarna, donde se representa el Durbar, el festival en el que las embajadas procedentes de países extranjeros ofrecen sus tributos a Akhenatón. Aunque aparentemente solo hay una figura en el trono, el número de pies y piernas confirma que, en realidad, hay dos personas; al solaparse ambas figuras se nos está indicando la relevancia que había adquirido Nefertiti antes de su “desaparición”. Ella y Akhenatón son igual de importantes.

Los motivos que impulsaron a Akhenatón a convertir a su esposa en corregente oficial nos son desconocidos, aunque se ha especulado con la posibilidad de que existiera una fuerte oposición a su régimen, probablemente en Tebas, para lo cual el rey habría contado con una corregente de su entera confianza que le ayudara a controlar la situación y continuar con el atonismo. 

Sin embargo, la vuelta a la antigua religión era inevitable tras la muerte de Akhenatón en su año diecisiete de reinado. La desaparición del rey hereje habría creado una gran confusión e incertidumbre en el país, y también esperanzas entre ciertos personajes por volver a la ortodoxia religiosa anterior al periodo de Amarna. En un grafito de la tumba TT 139 de Tebas fechado en el año tres del faraón Ankhkheperura Neferneferuatón un escriba hace un llamamiento al dios Amón para que regrese y despeje la oscuridad que había caído sobre sus seguidores. Si tenemos en cuenta que para algunos egiptólogos este faraón no sería otro que la propia Nefertiti estaríamos ante la prueba de que esta mujer llegó a la cima del poder y, una vez muerto su esposo, y quizás contraviniendo sus últimos deseos, intentó un acercamiento con los fieles de Amón. 

Sea como fuere, los acontecimientos que tuvieron lugar después del año doce de Akhenatón aún siguen siendo confusos ante la falta de pruebas que nos demuestren qué ocurrió realmente. ¿Fue Nefertiti la sucesora en el trono de Akhenatón?  ¿Era Smenkhare un hombre real, o fue otro de los nombres que adoptó la reina? Tampoco sabemos cuándo ni cómo murió Nefertiti, pues su tumba y momia aún no han sido halladas, aunque últimamente mucho se esté especulando sobre la posibilidad de que esté enterrada en las supuestas cámaras ocultas de la tumba de Tutankhamón. 

Nefertiti, con su característica corona, golpeando enemigos al estilo de los faraones masculinos. Museum of Fine Arts, Boston. Wikipedia

*Artículo publicado originalmente en Egiptología 2.0 nº 4 (julio 2016).


Bibliografía:

JACQ, C. (1992): Akhenatón y Nefertiti, la pareja solar. Ed. Martínez Roca, S.A. España, Barcelona.

BEDMAN, T. (2007): Reinas de Egipto, el secreto del poder. Ed. Alianza. España, Madrid.

SHAW, I. (2007): Historia del antiguo Egipto. Ed. La esfera de los libros, España, Madrid.

WILKINSON, T. (2007): Vidas de los antiguos egipcios. Ed. Blume, España, Barcelona

KEMP, B.J. (1996): El antiguo Egipto, anatomía de una civilización. Ed. Crítica. España, Barcelona.


lunes, 12 de abril de 2021

Nº 23 (abril 2021) Egiptología 2.0

Buenos días, amigos del blog.

Hoy se publica un nuevo número de la revista trimestral, online y gratuita Egiptología 2.0. En este número 23 nos encontramos con artículos tan interesantes como siempre: el origen de Horus, la entrevista a la egiptóloga Myriam Seco por Marian Romero, la damnatio memoriae a lo largo de la historia de Egipto, las últimas noticias y novedades editoriales o el reciente desfile "Pharaohs Golden Parade" para trasladar las momias de 22 reyes y reinas hasta el NMEC, entre otros.
En esta ocasión he colaborado con un artículo sobre la Casa de la vida, que en el antiguo Egipto era llamada Per ankh
Para descargar o leer el número 23 pincha aquí (elige "descargar de todos modos") y listo. ¡A disfrutar de la lectura! Muchas gracias por vuestro apoyo a todos los que colaboramos en este proyecto. 

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