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sábado, 17 de abril de 2021

Reseña "Cleopatra" - Colección "Mujeres poderosas"

Buenos días, amigos del templo de Seshat. Como os dije hace unos días en Facebook y Twitter mi última lectura ha sido "Cleopatra" de la colección "Mujeres poderosas" de RBA. En esta entrada os escribiré la reseña con mi opinión sobre este libro.

"Cleopatra" es la primera entrega de esta colección

Sinopsis: 

Durante siglos, el relato de quiénes fueron estas mujeres poderosas ha sido distorsionado. Sus vidas fueron fascinantes, pero el poder que ejercieron fue incomprendido y negado por el discurso misógino imperante en su época. 

Historiadores, escritores, poetas y artistas reflejaron una visión sesgada de sus vidas. Nos ofrecieron un retrato desenfocado, que las estereotipa según clichés asignados al femenino y niega así sus cualidades y su capacidad para ejercer el poder.

Cleopatra. La tergiversada historia que os han contado: una reina ambiciosa, que sedujo a los dos hombres más poderosos de Roma para conservar su trono.

La verdadera historia que os contamos: faraón culta y estratega, protegió a Egipto del avance de Roma, extendió sus confines y le devolvió su esplendor.

Ni embaucadora, ni cruel. La reina estratega

Sobre la autora e ilustradora:

La autora de esta obra es la escritora y novelista española Ariadna Castellarnau, nacida en Lérida en 1979. Es licenciada en filología hispánica por la universidad de Lérida, en teoría literaria y literaturas comparadas por la Universidad de Barcelona y posee el máster en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra. También ha trabajado en el Ministerio de cultura argentino y como periodista en la sección de cultura del diario Perfil y Página 12. Además del libro que hoy reseñaré, es autora de las novelas Quema y La oscuridad es un lugar.

La ilustradora es Cristina Serrat, que también ha colaborado con RBA en la elaboración de las portadas de su colección "novelas eternas".

Reseña:

La colección "Mujeres poderosas" nos presenta en su primera entrega la historia de una de las reinas más famosas de la Antigüedad, Cleopatra VII (69-30 a.C.). Yo hubiera preferido que empezara con otras reinas anteriores, como Nefertiti o Hatshepsut, que desconozco si están incluidas en la colección. 

En el prólogo la autora nos habla brevemente de cómo la imagen de Cleopatra se fue desvirtuando con los siglos, ya desde tiempos de su enemigo Octavio, por aquello de que la historia la escriben los vencedores. No obstante, gracias a las fuentes egipcias y árabes, que tenían una visión totalmente distinta de la reina por no haber estado en contacto con la propaganda romana, podemos acceder a otro punto de vista, ignorado durante siglos. Para saber más sobre la visión de Cleopatra VII en las fuentes griegas y árabes os recomiendo leer esta entrada del blog de la Dra. Marina Escolano-Poveda: Cleopatra, erudita, mecenas, reina.

"Historiadores árabes como Ali al-Masudi hablan de ella como filósofa, matemática y médica, una gran monarca protectora de su pueblo, sin hacer ninguna referencia a su moral o su poder seductor".

Después, a lo largo de seis capítulos, la autora nos narra los principales acontecimientos de la vida de Cleopatra en forma de novela biográfica. La elección de este género literario tiene sus ventajas y sus inconvenientes, pues al mismo tiempo que hace la lectura más amena y ágil, puede llevar al neófito a ciertas confusiones. Por ejemplo, una escena que me ha gustado mucho es cuando Cleopatra, el día de su coronación, observa la estatua de un antiguo coloso de Ramsés II y reflexiona sobre personajes y reyes del pasado, como el propio Ramsés, Imhotep, Zoser o, incluso, Nefertari y la reina hitita Puduhepa, que gracias a las cartas que intercambiaron contribuyeron a la firma del primer tratado de paz de la historia del que nos queda constancia. Pero, al menos que yo sepa, Cleopatra no conocía el nombre de estas reinas. Es una escena emotiva, que nos habla de como la última reina ptolemaica reconocía el papel de otras mujeres que estuvieron en el trono de Egipto antes que ella, pero es muy probable que nunca sucediera.

Cleopatra llegó a Roma en 46 a.C. llamada por César no como su amante, sino como la gobernante de un estado que, como muchos otros en ese momento, era libre pero vasallo de Roma. Se habían conocido unos años antes en Alejandría durante el enfrentamiento entre la reina, que había tenido que exiliarse a Siria y regresar a Egipto a escondidas, y su hermano menor Ptolomeo XIII, instigado por los consejeros de este. Me ha gustado que la autora nos presente ese primer encuentro no como la reunión entre una jovencita semi desnuda y seductora y el "viejo verde" romano, sino como el encuentro entre dos iguales, que tenían mucho que ganar, políticamente hablando, si se aliaban.

Cleopatra (1934)

Este momento histórico se nos ha presentado en el arte, el cine y la literatura de forma similar a como vemos en la imagen de arriba, en la que la actriz Claudette Colbert más parece una bailarina exótica que la reina de un estado que, aunque en decadencia, aún era rico, estaba situado en un punto geográfico estratégico y poseía una historia basta y multicultural, cuya perla era Alejandría, en la que convivían griegos, egipcios y judíos, entre otros.

Si nos parece inconcebible un encuentro entre dignatarios y dignatarias de importantes instituciones y estados actuales o pasados con estas "pintas", ¿por qué hemos creído durante siglos esa visión de Cleopatra no como una estadista, sino como una ramera? Porque una mentira repetida muchas veces, al final, se convierte en "verdad". La incapacidad para leer los jeroglíficos hasta que en 1822 Champollion descifró la piedra Rosetta y la escasez de egiptólogos demotistas -como bien apunta la Dra. Escolano-Poveda-, que pudieran leer las fuentes escritas en demótico -el sistema de escritura utilizado en la administración y la literatura de Egipto desde el S. VII a.C- ha impedido durante siglos que conociéramos la versión egipcia de su reina. Para cuando pudo hacerse, en Occidente ya había calado hondo la imagen de Cleopatra como esa femme fatale, lujuriosa y ambiciosa, que tanto benefició a sus enemigos políticos.

"Los romanos ilustres que se acercaban a la villa de César, invitados por la reina, se encontraban con un panorama muy distinto a la supuesta depravación de los orientales. Cleopatra solía presidir debates intelectuales y departir con los sabios sentada en el jardín. Allí se hablaba de poesía, historia, medicina o astronomía. Los visitantes se quedaban azorados ante los conocimientos de la faraón y, a la vez, por el modo que tenía de conducir la conversación".

En la narración se destaca el papel de Cleopatra como lo que era: la reina de un Egipto muy influido por la cultura griega -sobre todo en Alejandría-, y bajo la constante amenaza de Roma, que tenía la capacidad de anexionar el país del Nilo en cualquier momento. Era la descendiente de una serie de reyes tan cultos como proclives a deshacerse de sus rivales, familiares incluidos; sus propios hermanos se rebelaron contra su padre y contra ella misma varias veces. Cleopatra, por tanto, estuvo en constante peligro la mayor parte de su vida. Eso despertó su ingenio, y le hizo buscar siempre la manera de que, en primer lugar, sus hijos -tuvo cuatro, hecho obviado en muchas películas y novelas-, después su reino y finalmente ella pudieran sobrevivir. 

"Los romanos jamás comprenderían su compleja situación ni sus verdaderas intenciones. ¿Cómo explicarles que Roma se había aprovechado durante años de la riqueza y la fuerza militar egipcias y que su único objetivo era proteger su reino? Imposible. Aquella gente solo la veía como una amenaza, cuando eran ellos la verdadera amenaza para Egipto".

El libro termina con unos capítulos a los que la autora ha titulado "visiones de Cleopatra", en los que nos hace un breve repaso a la imagen que el arte, la literatura y el cine han transmitido en Occidente sobre la figura de la reina ptolemaica, y que beben de las fuentes antiguas romanas (Horacio, Lucano, Plutarco, etc.): la seductora oriental, la serpiente del Nilo, la perversa femme fatale que sedujo a dos buenos ciudadanos romanos, la soberana cruel y sanguinaria, la pecadora vencida por la muerte...

"Cleopatra probando venenos en prisioneros condenados" (1887), A. Cabanel

"Alcanzó renombre por su belleza, pero sobre todo fue famosa en el mundo entero por su avaricia, crueldad y lujuria". De mulieribus claris, Bocaccio (S. XIV).

Frente a esta visión, la edición de RBA nos presenta una reina culta y estadista, con rasgos basados en los pocos bustos que se le atribuyen -y que tienen poco parecido con la belleza anglosajona de actrices como Liz Taylor o Vivien Leigh-, de mirada serena, vestida a la griega, pero luciendo peluca, collar y cetros tradicionalmente egipcios, que reflejan la realidad histórica con más fidelidad que las imágenes exóticas y de semi desnudez a las que estamos acostumbrados.

El libro termina con una cronología de las fechas más importantes de la vida de la reina y un índice, pero he echado en falta que aparezca la bibliografía consultada.

He de decir que he visto algunos pequeños errores como que la autora se refiera a la sirvienta Iras como Eira, o que afirme que existieron 33 dinastías, cuando Manetón clasificó la historia de Egipto en 30 dinastías (31 si contamos la ptolemaica). Tampoco me parece acertado llamar a Cleopatra VII faraón, ya que lo que caracterizaba a faraones femeninos como Hatshepsut, entre otras cosas, era el hecho de no tener cónyuge, atribuirse los términos masculinos y presentarse con una iconografía masculina; Cleopatra nunca se "masculinizó" y, además, nunca reinó en solitario, ya que estuvo casada con sus dos hermanos, que fueron reyes, y a la muerte de Ptolomeo XIV nombró rey a su hijo, Cesarión. Por tanto, sería más correcto referirse a ella como reina o, incluso, en su caso concreto, "faraona" como nos explica aquí la egiptóloga Marina Escolano-Poveda, ya que para su época sí se han encontrado inscripciones en demótico con la palabra per-aat -femenino de per-aa, la palabra egipcia para faraón-.

Normalmente suelo huir de cualquier libro, documental o película que me vendan como "la verdadera historia" o "lo nunca contado", ya que suele ser más una estrategia de marketing que la realidad; en el caso de este libro, si bien me ha gustado y tiene cosas positivas, me reafirmo en mi creencia. No me ha aportado nada que no haya leído ya, por ejemplo en "Breve historia de Cleopatra", de editorial Nowtilus, que ya reseñé hace un tiempo. No obstante, al estar narrado de forma sencilla, pero repasando todos los momentos importantes de la vida de la reina, es una buena primera toma de contacto con este personaje histórico, si bien yo recomendaría a los neófitos en el tema seguir profundizando con otras obras escritas por historiadores y no por novelistas.

Llama la atención que la autora remarque varias veces lo sibilino, astuto y manipulador que era Octavio, pero que pase de puntillas por momentos oscuros de la vida de la propia reina como fueron las oportunas desapariciones de Ptolomeo XIV o Arsínoe.

Para reivindicar la importancia de estas mujeres, y de Cleopatra en concreto, no se puede ni debe pasar de llamarla "serpiente del Nilo" a santificarla o dulcificarla. Tan malo era inventar o exagerar sus "defectos", como intentar obviarlos o quitarles importancia en la actualidad. Las mujeres somos seres humanos y, como tal, tenemos luces y sombras, aciertos y errores. Que estos personajes históricos fueran en determinados momentos ambiciosas, egoístas, crueles o que tuvieran una vida sexual más o menos activa (como cualquier otro hombre de su época) no las invalida. 

Cleopatra y su hijo mayor Ptolomeo XV César (Cesarión) en Dendera. Wikipedia

Dio la casualidad de que me compré este libro el mismo día que vi estas dos conferencias, que os recomiendo mucho: La verdadera historia de Cleopatra y El mito de Cleopatra, más allá de la historia de Rosa María Cid, profesora catedrática de Historia antigua en la universidad de Oviedo, con las cuales veo muchas -quizás demasiadas- similitudes.

Busto atribuido a Cleopatra VII. Altes Museum.

"Más allá de Roma, la memoria de Cleopatra sería honrada durante siglos por los egipcios, los árabes y otros pueblos que, afortunadamente, nada supieron de las campañas de difamación tejidas por Roma.

Doscientos años después de su suicidio, Zenobia, reina de Palmira, la tomaría como modelo y fuente de inspiración, declarándose su descendiente política".


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