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martes, 13 de abril de 2021

La reina Nefertiti, poder y belleza

"Clara de rostro,

Felizmente ataviada con la doble pluma.

Soberana de felicidad

Dotada de todas las virtudes,

con cuya voz todos se regocijan

señora de gracia, grande de amor,

sus sentimientos regocijan

al Señor de los Dos Países…

la princesa hereditaria,

grande de favor,

dueña de la felicidad,

resplandeciendo con sus dos plumas,

regocijando con su voz a quienes la oyen,

hechizando el corazón del rey en su casa,

satisfecha de todo cuanto se dice.

La gran y muy amada esposa del rey,

Señora de los dos países,

"Bellas son las bellezas de Atón" (Nefer Neferu Atón)

"La bella ha venido" (Nefertiti)

Viva por siempre".

Como demuestran estas palabras de su propio esposo, el polémico Akhenatón, grabadas en una de las estelas fronterizas de la ciudad de Amarna, la más famosa reina egipcia (con permiso de Cleopatra) destacó ya en su tiempo por su mítica belleza, que ha quedado inmortalizada hasta nuestros días en el busto del Museo de Berlín, y se ha intentado recrear en decenas de películas, novelas y documentales.

Como previendo el don de la belleza con el que los dioses bendecirían a su hija, posiblemente fuera la madre de la niña Nefertiti quien elegiría dicho nombre para su pequeña. Literalmente "la bella ha llegado" (en egipcio, neferet-ity), sin embargo es probable que su progenitora no pudiera llegar a ver la mujer en que se convertiría Nefertiti, debido a su temprana muerte.

Aunque no existan pruebas arqueológicas concluyentes que nos permitan saber con total seguridad los nombres de los padres de la reina, la mayoría de estudiosos del antiguo Egipto ven al más probable candidato para ser su padre en el personaje de Ay, descartando ya las teorías que hace unas décadas relacionaban su nombre con un posible origen extranjero, identificándola incluso con la princesa mitania Taduhepa, que viajó a Egipto para desposarse con el faraón Amenhotep III. Tampoco se trataría de una princesa, ya que no poseyó el título de “hija del rey” que estas sí tenían.

Por tanto, parece probable que Nefertiti fuera hija del ya mencionado Ay, un alto dignatario de la corte, con los cargos de teniente general del cuerpo de carros y escriba del rey. Otra prueba a su favor es que poseyó el título it-netjer o “Padre divino”, que puede interpretarse también como suegro del rey. Este mismo título ya lo había tenido su padre, Yuya, quien sí sabemos que fue suegro de Amenhotep III.

Sarcófago de Yuya
Sarcófago de Yuya
Ay, que años después se convertiría él mismo en faraón, contrajo segundas nupcias con una mujer llamada Tiy, que además fue nodriza de la propia Nefertiti; de ahí que se piense que su madre no habría sido esta mujer, quien sin embargo sí lo fue de la otra hija de Ay: Mut Neyemet, que tras la época de Amarna sería reina también al casarse con Horemheb.

La joven Nefertiti crecería en palacio o bien en Akhmin, en el Egipto Medio, la ciudad de procedencia de su familia, junto a su medio hermana Mut Neyemet, bajo los atentos cuidados de su madrastra Tiy y de su padre Ay.

Por su parte, el joven Amenhotep (más tarde Akhenatón) llevaría la vida acomodada y tranquila de un hijo del faraón que, sin embargo, no estaba destinado a gobernar, pues esa responsabilidad sería de su hermano mayor Tutmosis. Pero la muerte repentina de este príncipe cambiaría tanto el futuro de Amenhotep (Akhenatón) y Nefertiti, como el del propio Egipto.

Los reyes debieron desposarse antes de la coronación de Amenhotep IV, siendo muy jóvenes, algo habitual en el antiguo Egipto. ¿Vio Tiyi en su sobrina, hija de su hermano Ay, a una perfecta candidata para desposarse con el príncipe heredero Tutmosis, antes de su temprana muerte? ¿Prefirió reservarla para su hijo menor Amenhotep, que no estaba destinado en principio a gobernar, por no ser ella una princesa? Igualmente podríamos plantearnos si la desaparición del príncipe Tutmosis fue accidental o no, o si en el matrimonio entre Akhenatón y Nefertiti jugó algún papel el amor, como intentaron dejar patente posteriormente en sus representaciones. Lo más seguro es que nunca podamos responder a estos interrogantes. Fuera como fuese, el hecho es que hacia el año 1352 a.C. el joven Amenhotep, cuarto de su nombre en subir al trono, fue coronado faraón y, de esta manera, su esposa y prima, la bella Nefertiti, asumió el papel de Gran Esposa Real. 

A pesar de ser conocida por su belleza, Nefertiti no se limitó a ser una simple reina destinada únicamente a dar a luz a los hijos del rey, sino que jugó un importante papel en la vida política y religiosa de Egipto, tanto antes como después de la llamada revolución de Amarna. No en vano, su antecesora en el cargo, la reina madre Tiyi, fue un gran ejemplo para la joven reina. Esta dama, posiblemente su tía, cuyos retratos muestran un gesto serio y decidido, debió ejercer una gran influencia tanto en su hijo como en su nuera durante los ocho años que sobrevivió a su esposo. En vida de este, Tiyi había sido una fiel y eficaz colaboradora en las tareas de gobierno, llegando a ser reconocida por los soberanos de otras naciones vecinas, como Mitanni. A la muerte de Amenhotep III, el rey mitanio Tushratta aconsejaba al nuevo faraón que preguntara a su madre por los asuntos de estado, pues nadie los conocía tan bien como ella. 

Momia de la reina Tiyi

Solarización religiosa: 

El comienzo del reinado de Amenhotep IV (nombre que significa "Amón está satisfecho") no hacía sospechar aún lo que vendría después, aunque ya desde tiempos de su abuelo Tutmosis IV y de su propio padre, Amenhotep III, se venía viendo un acercamiento al dios sol y al clero de Ra de Heliópolis, es decir, una solarización religiosa, quizás como una manera de ponerle freno al poderoso clero de Amón.

Antes de trasladar la capital a Akhetatón (actual Tell el-Amarna), Amenhotep IV planificó llevar a cabo un ambicioso proyecto constructivo en Tebas, algo nada novedoso en apariencia. Pero en lugar de dedicar estas construcciones al gran dios Amón, Amenhotep IV/Akhenatón proyectó unos monumentos destinados al disco solar, Atón. Estos se levantarían fuera del muro este de Karnak, es decir, fuera de los dominios de Amón Ra. El primero de estos templos es el Gem-pa-Atón, "Atón ha sido encontrado". En su interior el faraón mandó erigir estatuas colosales suyas y de la Gran Esposa Real. Pero no eran estatuas tradicionales, sino que ya mostraban las características propias del llamado arte amarniense: miembros delgados y largos, vientres abultados, amplias caderas y muslos grandes y una cara alargada, que les daban una apariencia extraña y surrealista que a menudo se ha interpretado como un indicio de enfermedad. No obstante, hoy en día se cree más probable que esta apariencia tan distinta al arte tradicional fuese intencionada, de manera que se marcase la diferencia con todo lo anterior. El faraón y la reina se distinguen así del resto, acercándose a la divinidad; su apariencia andrógina recuerda que el rey es el hijo de Atón, quien es a la vez el padre y madre de la humanidad. 

La propia apariencia del dios también cambió: antes de Akhenatón se le había representado como un hombre con cabeza de halcón. Ahora era un disco solar del que brotaban numerosas manos que portaban el ankh, símbolo de la vida. 

La pareja real junto a sus tres hijas mayores. Museo Egipcio de El Cairo. Wikipedia.

Nefertiti, gran sacerdotisa de Atón: 

La participación de Nefertiti en la llamada revolución amarniense no se puede poner en duda, pues la arqueología nos demuestra que estuvo tan implicada en la instauración del atonismo como su propio esposo. Participó junto a Akhenatón en todas las ceremonias oficiales en honor a Atón, e incluso realizó los rituales de culto en solitario, como gran sacerdotisa del dios. Esto es así desde el comienzo del reinado, pues nos encontramos con que uno de los templos que el faraón mandó construir en Tebas, el llamado hut benben o "Mansión de la piedra benben", fue un templo donde la reina llevó a cabo el culto diario a Atón en solitario. 

Nefertiti aparece en la decoración como figura principal, en ocasiones acompañada por su hija mayor Meritatón, pero nunca de su esposo. Esto supone toda una novedad y nos indica la importancia que alcanzó Nefertiti al no necesitar la compañía del rey, hasta entonces el único intermediario entre el mundo divino y humano; Nefertiti casi había adquirido la categoría de faraón. 

Además, otro dato interesante es que en los talatats, los pequeños bloques de piedra con los que se construyeron los templos de Atón, el nombre de Nefertiti aparece casi el doble de veces que el del rey. En Akhetatón, la nueva capital fundada en honor al dios Atón, Nefertiti continuó con sus tareas rituales, teniendo a su cargo un clero femenino. 

Nefertiti ofrendando a Atón, acompañada de su hija. Museo Ashmolean, Oxford.

La importancia de la celebración de los rituales era fundamental puesto que, rechazada la existencia de un Paraíso en la doctrina de Akhenatón, el proceso de culto era imprescindible para ayudar en la “resurrección” diaria de las almas que habían quedado “dormidas” durante la noche. Estas resucitaban al alba, a la salida del sol, y se alimentaban de las ofrendas de los altares del dios durante el día, hasta volver a quedar en letargo cuando Atón se ocultaba. 

Antes de prohibir el culto al resto de dioses en torno al noveno año de reinado, Akhenatón y Nefertiti, acompañados de sus hijas, ya habían sustituido a las tradicionales tríadas divinas al aparecer representados en estelas.  Estas se han encontrado en  las ruinas de las casas de Amarna, y habrían servido para que el pueblo realizara sus plegarias, que serían así transmitidas a Atón por medio de sus únicos intermediarios, la familia real. Igualmente, las antiguas procesiones de dioses celebradas durante las fiestas religiosas fueron sustituidas por las de la familia real, que cada día se desplazaba en un lujoso carro por el Camino Real de Amarna desde el palacio hasta el templo, acompañados de soldados y guardias personales del faraón.

En cuanto al mundo funerario, aunque la momificación del cuerpo siguió practicándose, Osiris perdió su papel de rey de los muertos. Se abandonó la idea de un viaje nocturno del sol por el inframundo; de hecho no se sabía bien dónde iba el Atón por las noches. Las almas de los difuntos simplemente dormían, “resucitando” cada mañana con la nueva salida del sol. Por tanto, no era necesario un juicio ni el pesado del corazón para considerar maatyu ("justificado") a un fallecido, sino que alcanzaba dicha categoría mediante la lealtad al faraón que había mostrado en vida. De esta forma, la pareja real se convertía en los garantes de una vida después de la vida, aunque muy distinta de la existencia paradisíaca de la religión anterior. 

Ahora son los reyes y sus hijas los representados en las paredes de las tumbas, sustituyendo a los antiguos dioses funerarios. La bella Nefertiti (u otro miembro de su familia) aparece en las cuatro esquinas del sarcófago con la misión de proteger el cuerpo del difunto, sustituyendo a diosas tan importantes del antiguo panteón como la propia Isis.

Los reyes en procesión montados en un carro. Tumba del jefe de policía Mahu. Amarna

Sin duda, en todo este proceso Akhenatón se vio plenamente apoyado por su esposa Nefertiti. En una nueva muestra de su devoción por el dios Atón ambos reyes cambiaron sus nombres en el año cinco de reinado: Amenhotep IV pasó a ser Akhenatón, mientras que Nefertiti se añadió el nombre de Nefer Neferu Atón  ("Bellas son las bellezas de Atón"). 

Por otra parte, la reina también tenía por primera vez la facultad de condecorar a sus fieles súbditos, incluidas las mujeres. Para ello entregaba regalos como grandes collares de oro desde la llamada “Ventana de las apariciones”. Una de las damas distinguidas con tal honor fue Meretre, que se hizo representar en su tumba recibiendo estos honores de parte de la reina, acompañada de sirvientes y música.

Descendencia:

Akhenatón y Nefertiti fueron padres de seis niñas, nacidas a lo largo de los primeros nueve años de reinado. A pesar de que se ha especulado con la posibilidad de que Nefertiti fuera la madre del rey Tutankhamón, no hay pruebas que confirmen este hecho. A día de hoy sólo se le reconoce la maternidad de las princesas Meritatón, Maketatón, Ankhesenpaatón, Neferneferuatón, Neferure y Setepenre, pero de ningún hijo varón.

No obstante, la falta de un heredero de sexo masculino no pareció preocupar especialmente a los reyes, pues las escenas de la pareja real acompañada por sus hijas son habituales en el arte de Amarna. Así, podemos verlos dándose muestras de cariño, comiendo en un banquete, rindiendo culto a Atón o en las ya mencionadas "Ventanas de apariciones" recompensando a algún súbdito por sus buenos servicios al estado. Pero lejos del hieratismo del arte anterior, estas escenas íntimas nos muestran el amor que se profesaba la familia, tanto en los actos públicos como en la intimidad del palacio. No obstante, no hay que dejarse engañar; estas escenas no son gratuitas, sino que buscan transmitir una idea: la felicidad de la familia real se debe a la bendición de Atón, que preside las escenas desde lo alto, tocando con sus rayos/manos a la familia real.

Este predominio de figuras femeninas acompañando al rey ha llevado a egiptólogos como Barry J. Kemp a hablar de una especie de “matriarcado de Atón”, puesto que no existe ninguna representación de la familia real en las que aparezca un príncipe heredero varón. Pero teniendo en cuenta que el faraón tuvo varias esposas secundarias aparte de Nefertiti parece poco probable que no naciera ningún niño. Si realmente el rey Tutankhamón era hijo de Akhenatón (y de otra de sus esposas, como Kiya), su ausencia podría tomarse como una prueba más de la importancia del sexo femenino en la ideología atoniana. 

El final de la reina:

Busto de Meritatón. Louvre
Los constantes embarazos de Nefertiti debieron interpretarse como una muestra de la bendición de Atón a los reyes por la devoción que le mostraban. Por esa misma razón, la muerte de la segunda de sus hijas, Maketatón, en el año doce de reinado siendo aún una niña debió ser un golpe terrible para la familia real, cuyo dolor podemos ver aún reflejado en los muros de la tumba real de Akhetatón. Las tres hijas menores también desaparecen de los anales, por lo que se ha especulado con la posibilidad de una epidemia que asoló la ciudad de Amarna, arrebatándoles la vida a las cuatro princesas en poco tiempo. 

Este año doce es clave en la vida de Nefertiti, no solo por la muerte de una o, quizás, varias de sus hijas, sino también porque a partir de entonces desaparece de los documentos oficiales y de los monumentos de Amarna. El puesto de Gran Esposa Real lo asume entonces su primogénita, Meritatón. 

Se ha especulado mucho con el motivo de esta desaparición, barajándose o bien una caída en desgracia de la reina, que se recluyó en el palacio norte de Akhetatón, o bien incluso su muerte, quizás por la mencionada epidemia. No obstante, una tercera posibilidad se nos presenta; casi al mismo tiempo de la desaparición de Nefertiti, aparece un corregente junto a Akhenatón, que lleva por nombre, precisamente, Neferneferuatón, uno de los nombres de la reina. Estamos pues ante la conversión de la reina en “rey”. No hay duda de que Nefertiti había asumido la corregencia junto a su esposo, llegando a adoptar una seudo titulatura real al estilo de los faraones con el nombre de Neferneferuatón Ankh(et)kheperura. 

Escena del Durbar. Fuente: amigosdelantiguoegipto.com

Otro indicio de esto lo encontramos en la tumba del superintendente Merire II, en la necrópolis norte de Amarna, donde se representa el Durbar, el festival en el que las embajadas procedentes de países extranjeros ofrecen sus tributos a Akhenatón. Aunque aparentemente solo hay una figura en el trono, el número de pies y piernas confirma que, en realidad, hay dos personas; al solaparse ambas figuras se nos está indicando la relevancia que había adquirido Nefertiti antes de su “desaparición”. Ella y Akhenatón son igual de importantes.

Los motivos que impulsaron a Akhenatón a convertir a su esposa en corregente oficial nos son desconocidos, aunque se ha especulado con la posibilidad de que existiera una fuerte oposición a su régimen, probablemente en Tebas, para lo cual el rey habría contado con una corregente de su entera confianza que le ayudara a controlar la situación y continuar con el atonismo. 

Sin embargo, la vuelta a la antigua religión era inevitable tras la muerte de Akhenatón en su año diecisiete de reinado. La desaparición del rey hereje habría creado una gran confusión e incertidumbre en el país, y también esperanzas entre ciertos personajes por volver a la ortodoxia religiosa anterior al periodo de Amarna. En un grafito de la tumba TT 139 de Tebas fechado en el año tres del faraón Ankhkheperura Neferneferuatón un escriba hace un llamamiento al dios Amón para que regrese y despeje la oscuridad que había caído sobre sus seguidores. Si tenemos en cuenta que para algunos egiptólogos este faraón no sería otro que la propia Nefertiti estaríamos ante la prueba de que esta mujer llegó a la cima del poder y, una vez muerto su esposo, y quizás contraviniendo sus últimos deseos, intentó un acercamiento con los fieles de Amón. 

Sea como fuere, los acontecimientos que tuvieron lugar después del año doce de Akhenatón aún siguen siendo confusos ante la falta de pruebas que nos demuestren qué ocurrió realmente. ¿Fue Nefertiti la sucesora en el trono de Akhenatón?  ¿Era Smenkhare un hombre real, o fue otro de los nombres que adoptó la reina? Tampoco sabemos cuándo ni cómo murió Nefertiti, pues su tumba y momia aún no han sido halladas, aunque últimamente mucho se esté especulando sobre la posibilidad de que esté enterrada en las supuestas cámaras ocultas de la tumba de Tutankhamón. 

Nefertiti, con su característica corona, golpeando enemigos al estilo de los faraones masculinos. Museum of Fine Arts, Boston. Wikipedia

*Artículo publicado originalmente en Egiptología 2.0 nº 4 (julio 2016).


Bibliografía:

JACQ, C. (1992): Akhenatón y Nefertiti, la pareja solar. Ed. Martínez Roca, S.A. España, Barcelona.

BEDMAN, T. (2007): Reinas de Egipto, el secreto del poder. Ed. Alianza. España, Madrid.

SHAW, I. (2007): Historia del antiguo Egipto. Ed. La esfera de los libros, España, Madrid.

WILKINSON, T. (2007): Vidas de los antiguos egipcios. Ed. Blume, España, Barcelona

KEMP, B.J. (1996): El antiguo Egipto, anatomía de una civilización. Ed. Crítica. España, Barcelona.


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