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domingo, 29 de noviembre de 2015

Reseña: "Sinuhé, el egipcio", de Mika Waltari

Buenas tardes, amigos del templo de Seshat. En la entrada de este mes de noviembre os traigo la reseña de un clásico de la literatura, que debe ser leído por todo aficionado a la historia del antiguo Egipto y a la buena novela histórica: Sinuhé, el egipcio.
Sinopsis
Sinuhé, el egipcio nos introduce en el fascinante y lejano mundo del Egipto de los faraones, los reinos sirios, la Babilonia decadente, la Creta anterior a la Hélade..., es decir, en todo el mundo conocido catorce siglos antes de Jesucristo. Sobre este mapa, Sinuhé dibuja la línea errante de sus viajes; y aunque la vida no sea generosa con él, en su corazón vive inextinguible la confianza en la bondad de los hombres. Esta novela es una de las más celebres de nuestro siglo y, en su momento, constituyó un notable éxito cinematográfico.
Cartel de la película Sinuhé, el egipcio (1954)
Sobre el autor
Mika Waltari fue un escritor, periodista, traductor y guionista finlandés nacido en 1908 en Helsinki. De sus novelas destacan las de género histórico como El etrusco, Marco, el romano o Juan el peregrino; aunque sin duda su obra más conocida es Sinuhé, el egipcio, que fue llevada al cine en 1954.
Además de novelas, también escribió poesía, obras de teatro, guiones para radio y cine, traducciones y cientos de reseñas y artículos hasta su muerte en 1979 a los setenta años.
Sus obras han sido traducidas a más de treinta idiomas.
Mika Waltari (Wikipedia)
Opinión personal:
Sinuhé toma su nombre del protagonista de un cuento egipcio del Reino Medio, que tuvo que huir de Egipto tras escuchar un secreto que no debía; el destino del Sinuhé de Waltari será similar.
Papiro de Berlín 3022, que contiene la "historia de Sinuhé"
La acción transcurre durante uno de los periodos más interesantes y polémicos del antiguo Egipto, la llamada época de Amarna. Comienza con los últimos años de reinado del gran Amenhotep III, sigue con el faraón hereje Akhenatón, y finaliza  con Horemheb, último faraón de la XVIII dinastía, quien mandó borrar los nombres de sus antecesores en el trono, incluyendo al famoso rey niño Tutankhamón.
Al igual que Moisés, Sinuhé es encontrado en una humilde cesta de cañas a orillas del Nilo por Kipa y Senmut, médico de los pobres, que se convertirán en sus padres adoptivos.
Desde el comienzo de su vida, Sinuhé será una persona diferente a los demás, lo cual le hará ser algo solitario y, sobre todo, plantearse preguntas sobre los dioses. Su experiencia en el templo de Amón mientras estudia medicina le hará renegar de ellos, ya que será testigo de la ambición de sus sacerdotes.
Junto a Sinuhé conoceremos a personajes muy diferentes entre sí, algunos ficticios y otros históricos, como el propio Akhenatón, Horemheb, que será amigo suyo junto con Thotmés (escultor del famoso busto de Nefertiti), o la reina madre Tiyi.

Compañero inseparable de aventuras será el esclavo Kaptah, que más que un sirviente será un amigo para Sinuhé, tanto en los buenos como en los malos momentos.
Estos comienzan cuando conoce a una mujer fatal, inspirada en la literatura egipcia (en la cual las féminas suelen ser las causantes de las desgracias, como en "el cuento de los dos hermanos"), la pérfida Nefernefernefer, tan bella que todos repiten su nombre tres veces, pues nefer significa bello. Mediante sus engaños le traerá la ruina a Sinuhé, en todos los sentidos.

Deshonrado al dejar sin tumba a sus padres para complacer los caprichos de su amante, Sinuhé abandona Egipto y comienza un viaje por Oriente Próximo (Mitanni, Siria, Babilonia o el país de los hititas) y la isla de Creta. Conocerá nuevas divinidades y ritos religiosos, se enamorará nuevamente y trabará amistad con reyes extranjeros, al mismo tiempo que sus conocimientos médicos aumentan  gracias a la sabiduría de los médicos de los países que visita.
Decepcionado de los dioses y los hombres, regresará a Egipto y allí será testigo del reinado del polémico Akhenatón y la bella Nefertiti.
En un ambiente de tensión creciente debido a la persecución contra el dios Amón y sus seguidores, Sinuhé volverá a encontrar el amor en la tabernera Merit, y recuperará la fe, esta vez en Atón.
El mensaje de paz e igualdad entre los hombres que defiende el rey (casi como una especie de Jesucristo) cala hondo en Sinuhé, pero despertará los odios del pueblo y, especialmente, del clero de Amón. sobre todo cuando Akhenatón prohíba también el culto al resto de dioses y se niegue a defender las fronteras de Egipto de los hititas.
Recordé como Amón dominaba a los hombres por el miedo y les prohibía preguntar: "¿Por qué?". Recordaba también el dios muerto de Creta y como flotaba sobre el agua corrompida y cuyas víctimas estaban entrenadas para bailar delante de los toros a fin de divertir al monstruo marino. Todos estos recuerdos aumentaban mi odio hacia los viejos dioses, y la luz y la claridad de Atón tomaba un resplandor deslumbrante ante todo el pasado, porque Atón liberaba a los hombres del miedo, y estaba en mí y fuera de mí, y más allá de todo saber, porque era un dios vivo y, como la naturaleza, vivía en mí y fuera de mí, y, como los rayos del sol, calentaba la tierra que se cubría de flores. Pero en la vecindad de Akhenatón este dios era impuesto a la gente, lo cual lo hacía desagradable, y eran muy numerosos los que solo lo servían por miedo y a la fuerza.
De manera que Sinuhé se verá obligado nuevamente a obrar en contra de su ética personal para librar a Egipto de un rey enloquecido, que sin embargo es considerado un genio por otros. Pero el contexto histórico del siglo XIV a.C. hacía imposible que triunfaran sus ideas pacifistas.
Una vez que Horemheb sube al trono, Sinuhé deja de ser necesario y se convierte en un personaje peligroso pues, al igual que su tocayo del Reino Medio, conoce demasiados secretos que comprometen al nuevo faraón.
En un exilio dorado, el ya anciano Sinuhé comenzará a escribir su historia: 
No para cantar las alabanzas de los dioses del país de Kemi, porque estoy cansado de los dioses. No para alabar a los faraones, porque estoy cansado de sus actos. Escribo para mí solo. No para halagar a los dioses, no para halagar a los reyes, ni por miedo del porvenir ni por esperanza [...]. Es, pues, para mí solo para quien escribo, y sobre este punto creo diferenciarme de todos los escritores pasados o futuros.
Sinuhé, el egipcio es un clásico que debe ser leído por todo buen amante de la novela histórica. A pesar de que el autor cometa algunos fallos históricos (como adelantar en el tiempo el uso de las monedas) no cae en la tentación de incluir en la trama hechos bíblicos o esotéricos, sino que se ciñe al contexto histórico de la época (como la creciente amenaza de los hititas, la construcción de la ciudad de Amarna, o la damnatio memoriae a la que fueron sometidos los reyes Akhenatón, Tutankhamón y Ay por parte de sus sucesores).
A través de las palabras de su protagonista, se desprende un aire de pesimismo y  melancolía a lo largo de toda la novela; algo lógico si tenemos en cuenta el contexto histórico en que lo escribió su autor: la Segunda Guerra Mundial. Estos sentimientos, que debieron experimentar los contemporáneos a este conflicto bélico, son los mismos que tiene Sinuhé dos milenios antes, demostrando que el ser humano no ha cambiado tanto a pesar del paso del tiempo. En palabras de Sinuhé:
Todo vuelve a empezar y nada hay nuevo bajo el sol; el hombre no cambia aun cuando cambien sus hábitos y las palabras de su lengua [...].
Al envejecer he comprendido que, en el fondo, todos los soberanos son iguales y que todos los pueblos son idénticos y que poco importa, en resumen, quién gobierna y qué pueblo oprime a otro, porque, finalmente, son siempre los pobres los que soportan los sufrimientos.

Que el que ha bebido una vez agua del Nilo aspire a volver a ver el Nilo, porque ninguna otra agua apagará su sed.
Que el que ha nacido en Tebas aspire a volver a Tebas, porque en el mundo no existe ninguna otra villa parecida a esta. Que el que ha nacido en una callejuela tebaida aspire a volver a ver esta callejuela: en un palacio de cedro echará de menos su cabaña de arcilla [...].
Cambiaría mi copa de oro por el tarro de arcilla del pobre si tan solo pudiese hollar de nuevo el suave terruño del país de Kemi. Cambiaría mis vestiduras de lino por la piel endurecida del esclavo si tan solo pudiese oír aún el murmullo de los cañaverales del río bajo la brisa de la primavera.
El Nilo se desborda, como joyas las villas emergen de su agua verde, las golondrinas vuelven, las grullas caminan por el fango, pero yo estoy ausente, ¿Por qué no seré una golondrina, por qué no seré una grulla de alas vigorosas para poder volar ante las barbas de mis guardianes hacia el país de Kemi?

domingo, 18 de octubre de 2015

Ptah, el dios creador

Buenos días, amigos de El templo de Seshat. En primer lugar, quiero recordaros que desde hace unos días ya podéis seguir el blog también por twitter
Allí, al igual que en facebook, os iré informando de las nuevas entradas. 
Así que si queréis estar bien informados de lo que ocurra en este, nuestro templo, no dudéis en seguir El templo de Seshat o en dar a Me gusta.
La entrada de hoy está dedicada a un dios muy importante del panteón egipcio, pues es uno de los dioses creadores: Ptah.
Iconografía
El dios Ptah es representado como un hombre envuelto en un sudario, del que sobresalen su cabeza y sus manos. Con ellas sujeta un cetro compuesto por varios elementos:
  • El pilar djed: representa la vegetación y la fertilidad.
  • El cetro uas: a partir del Reino Medio se añade el cetro uas (o was), que representa la estabilidad.
  • El ankh: añadido al mismo tiempo que el anterior, representa la vida.
En lugar de este cetro compuesto, puede portar el flagelo y el cayado.
Además, lleva el collar menat, otro símbolo de fertilidad y estabilidad, y un bonete azul en la cabeza; una peculiaridad de este dios es que luce una barba recta, mientras que el resto de dioses llevan la barba curvada. 
Al ser de menor estatura se le representa de pie sobre un pedestal, que simboliza a la diosa de la justicia Maat, para igualar su estatura con la del resto de dioses. 
Nefertari ante Ptah. Valle de las Reinas
Su piel es verde, color asociado al renacimiento, junto con el negro.
En épocas más tardías fue representado como un hombre que portaba un tocado con cuernos, el disco solar y plumas, como Ptah-Sokar-Osiris, un dios relacionado con el mundo funerario.
En esta misma época comenzó a representarse en forma animal como el toro sagrado Apis, en el cual se encarnaba. 
Ptah-Sokar-Osiris
Dios creador y patrón de los artesanos
El dios Ptah aparece a finales del Periodo Predinástico, es decir, antes de la unificación de las Dos Tierras por el rey Narmer, y ya es mencionado en los Textos de las Pirámides.
Durante los tres milenios posteriores mantendrá el mismo aspecto, que ya hemos visto.
Su nombre, Ptah, probablemente signifique el modelador, o el creador. Esto está relacionado con su papel en el mito menfita de la creación.
Por sorprendente que nos parezca, los antiguos egipcios tuvieron hasta tres mitos sobre la creación del mundo:
  • El mito de Hermópolis, la ciudad de los ocho (Khemu, para los egipcios).
  • El mito de Heliópolis, de la ciudad del sol (Iunu, en egipcio).
  • El mito menfita, protagonizado por Ptah.
El papel primordial de Ptah en la creación fue fijado por primera vez durante el Reino Medio. Sin embargo, el relato del mito menfita de la creación nos ha llegado a través de una copia en piedra, la llamada piedra de Shabaka, realizada siglos después.
Esta fue mandada realizar por el faraón Shabaka (716-702 a.C.) cuando se descubrió que el rollo original que contenía la narración de este mito estaba siendo devorado por gusanos (tal cual se nos cuenta en la piedra de Shabaka).
Entonces su Majestad copió de nuevo esta escritura en la casa de su padre Ptah...
Su Majestad la había encontrado como una obra de sus antepasados que había sido comida por los gusanos. Era conocida desde el principio hasta el final. Entonces su Majestad la copió de nuevo, de manera que ahora se encuentra en mejor estado.
Desafortunadamente, la piedra fue reutilizada a principios del siglo pasado como piedra de molino por un granjero, por lo que la inscripción de la parte central se ha perdido.
Piedra de Shabaka. Museo Británico
Cuando Menfis se convirtió en capital de Egipto, surgió la cosmogonía menfita para anteponer la supremacía del dios local Ptah frente a la de los otros dioses creadores.
Este mito, más reciente en el tiempo, es distinto a los anteriores puesto que es más elaborado y filosófico. Según los sacerdotes de Ptah, su dios era el creador de todos los seres, dioses y hombres. Para subrayar su dominación se hacía referencia a él como el padre que dio vida a Atón, la madre que dio vida a Atón; es decir, colocaban a Ptah por encima del dios sol y del mito heliopolitano.
La manera de Ptah de crear el universo fue mediante la palabra, al igual que hizo Yavéh según el Génesis. Tras concebir en su mente o intelecto (que para los egipcios residía en el corazón, y no en el cerebro) la idea de la creación del mundo y los seres vivos, incluyendo a los dioses, la hizo realidad mediante el simple hecho de pronunciar sus nombres.
[...]Ptah el muy grande, quien dio la vida a todos los dioses, así como a sus genios, gracias a este corazón del que Horus es emanación, gracias a esta lengua de la que Thot es la emanación, nacidos ambos de Ptah.
Y ocurrió que el corazón y la lengua predominaron sobre todos los miembros del cuerpo, puesto que él está en el cuerpo, y que él está en la boca de todos los dioses, de todos los hombres, de todos los animales, de todos los reptiles, de todos los seres vivientes, pensando y decretando todo lo que desea [...] Himno a Ptah, Papiro Berlín 3048
Ocasionalmente se le llama Ptah-Nun, identificándolo con el Nun (el océano del caos primigenio anterior a la creación), y se le ascocia al dios primitivo Tatenen, como Ptah-Tenen, o como Ptah-Tatenen a partir de la época ramésida. Tatenen significa el suelo que se levanta, o la tierra que emerge, y era la encarnación de la colina primordial en la que nació el sol.
Tatenen (centro), tumba de los hijos de Ramsés III. Valle de las Reinas
Después de crear todas las cosas, el dios Ptah las perfeccionó con sus habilidades de artesano.
Precisamente otra de las funciones de Ptah (seguramente la más antigua) fue la de patrono de los artesanos, especialmente de los orfebres y escultores, pues fue considerado el inventor de las técnicas y prácticas manuales, como la albañilería. Tanto es así que durante el Reino Antiguo los arquitectos reales eran miembros de su clero; además, el de Sumo sacerdote de Ptah en Menfis era considerado el máximo rango dentro del gremio de los artesanos, y llevaba el título de Mayor de los controladores de los artesanos, o Maestro constructor.
Por tanto, no es de extrañar que este dios gozara de gran popularidad entre la clase trabajadora, especialmente de los artesanos, que lo consideraban mesedjer sedjem, es decir, el oído que escucha, y un gran mago con poderes curativos al que dirigían sus plegarias.
Te saludo, oh Ptah, señor de la vida de las Dos Tierras. Estoy ante ti para adorarte, como un sirviente que nunca olvida sus deberes en tus celebraciones. Oración del lavandero Hepet, XIII dinastía
Como patrón de los artesanos, fue especialmente adorado entre los artesanos del poblado de Deir el-Medina, encargados de construir y decorar las tumbas de la familia real durante el Reino Nuevo.
Deir el-Medina
Oficios como los de cantero, escultor, herrero, artesano y artista podían ser ocupados por enanos, que en Egipto formaban un clan muy reconocido, fundamentalmente debido a su dedicación a la orfebrería, y como tal estaban bajo la tutela de Ptah y de sus ayudantes: los Patecos. Estos eran considerados hijos de Ptah y protectores de los trabajos metalúrgicos. Se representan como enanos con la cabeza calva o con cabeza de halcón, desnudos y con las manos en la cintura. El término pateco proviene precisamente de Ptah.  
En ocasiones el propio Ptah fue representado como enano monstruoso, motivo por el cual Heródoto lo confundió con los dioses patecos fenicios. 
Amuletos de patecos
En el Reino  Nuevo Ptah se convirtió en el dios tutelar de las expediciones hacia las minas del Sinaí. En Serabit el-Jadim, junto a las minas de turquesas, se le dedicó un templo speos (excavado en la roca).
Entre sus títulos estaban Señor de la magia Señor de la Oscuridad, Señor de la Verdad y Señor de las serpientes y de los peces, el cual podría estar relacionado con su papel como demiurgo creador.

La tríada menfita
Las tríadas de dioses egipcias estaban compuestas por un dios, una diosa y el hijo de ambos. La de la ciudad de Menfis estaba formada por Ptah, su esposa Sejmet y su hijo, Nefertum (o también Imhotep); también se le atribuye la paternidad de los Patecos, como ya hemos visto.
Esta tríada, sin embargo, no se creó hasta el Reino Nuevo (1552-1069 a.C.).
Centros de culto
Además de en Menfis, el dios Ptah tuvo un templo dentro del recinto de Amón en Karnak, así como varios templos en Abydos y en Nubia. Cerca del Valle de las Reinas se excavó un santuario para él en el que estaba asociado a la diosa Meretseger, la diosa serpiente patrona de los obreros de Deir el-Medina.
Seti I ante Ptah, en Abydos.
Mundo funerario
La relación de Ptah con el mundo funerario se remonta al Reino Antiguo; se le considera, además, el inventor de la ceremonia de apertura de la boca, que se iniciaba con las palabras: mi boca es abierta por Ptah. Mediante esta ceremonia, realizada por el sacerdote sem (que representaba al propio Ptah) se pretendía devolverle todos los sentidos al fallecido en la otra vida.
Ay, vestido como un sacerdote sem, realiza la ceremonia de apertura de la boca a la momia de Tutankhamón
En épocas tardías se asimiló a Ptah con Osiris, surgiendo de esta manera Ptah-Sokar-Osiris, dios funerario, representado como Osiris, momiforme y con altas plumas en la cabeza; o bien con cabeza de halcón, o como un halcón con la corona blanca flanqueada por dos plumas y en la base dos cuernos horizontales retorcidos y el disco solar.

El origen del nombre "Egipto" 
En Menfis existió un templo conocido como Hwut ka Ptah, es decir, la mansión del alma de Ptah, que pudo deformarse hasta dar origen a la palabra griega Aigyptos, con la cual Homero designaba tanto al Nilo como al propio país. De esta palabra deriva el nombre actual: Egipto.
Kemet, la tierra negra, era el nombre que daban los egipcios a su país
Bibliografía y webgrafía:
-FLETCHER, JOANN (2002): Egipto, el libro de la vida y la muerte. Ed. Círculo de lectores. España, Barcelona.
-CASTEL, ELISA  (2001): Gran diccionario de mitología egipcia. Ed. Aldebarán. España, Madrid.
LETCHER, JOANN (2002): Egipto, el libro de la vida y la muerte. Ed. Círculo de lectores. España, Ba - See more at: http://eltemplodeseshat.blogspot.com.es/2015/05/sejmet-la-diosa-leona.html#sthash.trnnsHl1.dpuf
FLETCHER, JOANN (2002): Egipto, el libro de la vida y la muerte. Ed. Círculo de lectores. España, Barcelona.
-CASTEL, ELISA  (2001): Gran diccionario de mitología egipcia. Ed. Aldebarán. España, Madrid.
- See more at: http://eltemplodeseshat.blogspot.com.es/2015/05/sejmet-la-diosa-leona.html#sthash.trnnsHl1.dpuf
-http://www.egiptologia.org/mitologia/panteon/ptah.htm (consulta: 17-10-2015)


domingo, 4 de octubre de 2015

Reseña: "Renacimiento", de Beatriz Malo

Buenos días, amigos del templo de Seshat. En la entrada de hoy os traigo la reseña de la novela Renacimiento.
Quiero dar las gracias de nuevo a la autora por enviarme un ejemplar de su novela. 

Sobre la autora
Beatriz Malo nació en Guadalajara en 1991. Es licenciada en Historia en la Universidad de Salamanca, y ha hecho un máster en Historia y Ciencias de la Antigüedad en Madrid (UCM-UAM). Actualmente está realizando el proyecto de fin de máster sobre las guerras de Ramses II en la UCM y en la UAM. Su pasión por la historia, y en especial del Próximo Oriente y Egipto, se refleja también en el tema de sus novelas, teniendo como punto de unión la Antigüedad.
Otros títulos publicados son Innasum (2013) e Isis (2015).  
Beatriz Malo
Sinopsis
Traer al presente un trozo del pasado. Ese es el gran éxito que consigue un equipo de investigadores: devolver la vida por unas pocas horas a Senenmut, una de las figuras más excepcionales del antiguo Egipto.
Badia, arqueóloga y miembro del equipo, ve cumplido el sueño de toda una vida: hablar con el hombre que siempre deseó conocer y del que la separaban 3500 años.
Senenmut verá en ella a la diosa que va a juzgar su corazón y justificará su vida al lado de la mujer que fue su amante, su reina y su faraón al mismo tiempo.
Badia escuchará al fin la historia de sus propios labios, la historia de su relación con aquella mujer extraordinaria con la que compartió las instancias más altas del poder; y prolongarla así para la eternidad.
Opinión personal
En Renacimiento, Beatriz Malo nos cuenta dos historias relacionadas entre sí, aunque separadas en el tiempo por cerca de 3500 años.
Por un lado tenemos el relato del proyecto llevado a cabo por un equipo multidisciplinar de científicos para devolver la vida a Senenmut, funcionario y arquitecto en tiempos de la reina Hatshepsut, y uno de sus principales apoyos.
Por otro lado, el propio Senenmut cuenta en primera persona su historia, desde el momento en que comenzó a servir a la entonces princesa Hatshepsut, hasta su propia muerte.
Estatua de Senenmut con la princesa Neferura

Me parece muy acertado ir alternando un capítulo en tercera persona (donde vemos el desarrollo del proyecto llevado a cabo por la egiptóloga Badia Winfrey), con otros donde el propio Senenmut nos cuenta su vida al lado de la reina-faraón (estos se reconocen por el dibujo de un bonito escarabajo alado al principio de cada capítulo). De esta manera la autora consigue que haya un paralelismo entre ambas historias, que tienen en común la lucha por alcanzar el éxito: para unos, resucitar a Senenmut; para otros, coronar faraón a Hatshepsut. Para ello, unos y otros tendrán que hacer frente a mil y una trabas en su camino.
El relato de la investigación científica está situado en una fecha indeterminada, en un Egipto que hace años sufrió una guerra civil (claramente inspirada en la Primavera árabe y la situación de otros países de la zona, como Siria). Como resultado, Egipto es controlado por el gobierno francés desde que ayudara a finalizar el conflicto décadas atrás. Esto perjudicará al equipo de Badia, financiado por el inglés Andrew Donovan, debido a la rivalidad política y científica existente entre Francia e Inglaterra.
De igual manera, en su época también Senenmut y Hatshepsut tuvieron que hacer frente a rivales políticos en su camino hacia el trono. Pero también contaron con aliados como Hapuseneb, Sumo sacerdote de Amón, la nodriza de la reina Sat-Ra, o el famoso Djehuty.
Sin duda de ambas historias la que más me ha gustado ha sido la ambientada en el antiguo Egipto. La autora demuestra un gran conocimiento de la época no cayendo en tópicos como el supuesto odio que existiría entre la "usurpadora" Hatshepsut y su sobrino Tutmosis III, o la destrucción por parte de éste de su memoria. Los egiptólogos actualmente están de acuerdo en que esta damnatio memoriae fue llevada a cabo principalmente en reinados de faraones posteriores; tampoco se considera ya a esta reina una usurpadora, sino que se reconoce que tenía todo el derecho a reclamar el trono por su sangre real, como hija de la Gran Esposa Real Ahmes, mientras que su hermanastro (Tutmosis II) y su sobrino (Tutmosis III) eran hijos de esposas secundarias.
Hatshepsut
Todo esto se lo contará Senenmut a Badia, en un escenario recreado para la ocasión como si fuera el Más Allá, donde el hombre de confianza de la reina creerá estar confesándose a la mismísima diosa de la justicia, Maat.
Así, Badia consigue al fin confirmar las teorías sobre el reinado de Hatshepsut que durante años había ido desarrollando a lo largo de sus investigaciones en museos y yacimientos arqueológicos: desde el Museo de El Cairo, hasta Deir el-Bahari o las canteras de Gebel El-Silsilah. 
Templo de Deir el-Bahari
Lo que más me ha gustado: La historia que nos cuenta Senenmut; la autora ha recreado de una forma bastante coherente, y sin caer en los tópicos, cómo debió ser el comienzo del reinado de Hatshepsut, su relación con su sobrino y el paso entre el gobierno de una al del otro. También vemos momentos históricos del reinado de esta singular mujer como la construcción del templo de Deir el Bahari, los obeliscos de Karnak o la expedición al exótico país de Punt. Otro punto a su favor es que consigue transmitirnos la ilusión y el empeño de Badia por que su proyecto salga bien, sacrificando en demasiadas ocasiones su vida personal.


Lo que menos: El libro en general me ha gustado mucho, y me lo he leído en pocos días. Está muy bien escrito y bien documentado, y el ritmo no decae en ningún momento. Pero al principio hubo algunos detalles que me confundieron un poco, como el hecho de que la historia de Badia no esté contada linealmente, sino que comienza por el final, para luego volver al principio, o que se hable de una guerra civil que (afortunadamente) no ha ocurrido en Egipto y que hizo que me costara ubicarme cronológicamente. También he echado de menos conocer algo más en profundidad a la propia Badia, que resulta en ocasiones un personaje demasiado superficial, y demasiado obsesionada con resucitar a Senenmut, cueste lo que cueste. Quizás un reencuentro con su madre biológica hubiera sido el detalle idóneo para ello. Sin embargo son pequeños detalles, que no desmerecen todo lo demás.
Prólogo
Frases de la novela
-¿No te parece increíble que hayamos devuelto a la vida a una persona a partir de unos simples huesos?-le habló en voz baja.
-Sí -levantó la vista, para mirar también por encima de la pantalla del ordenador.
-Cuando empezamos tan solo teníamos una momia, y ahora...
A lo largo de su vida muchos la cuestionaron. Dijeron que yo era responsable de todos y cada uno de sus actos, dijeron también que era yo el que realmente gobernaba tras ella. Eso no es cierto. Todas sus cualidades eran extraordinarias, pero yo le dí la experiencia que a ella le faltaba.
Djehuty también había venido con nosotros y aquella iba a ser la primera vez que iba a demostrar su valía. Consideré que ya había llegado el momento de ofrecerle un puesto de gran responsabilidad sin depender de mí. Su deber sería supervisar los trabajos en nombre de la reina [...].
[...] tras marcar la clave para abrir la cámara, le abrió la tapa para que lo viera [...]. Cada vez que pensaba en él tenía en la cabeza ese rostro. Veía la cara de un hombre de unos sesenta años de edad, de rasgos fuertes, con arrugas sobre todo alrededor de su boca y en los ojos, la piel ligeramente tostada, su pelo negro como el carbón; exactamente como se habría visto justo el día de su muerte.
Siempre quiso que la recordaran, que su nombre permaneciera a lo largo de las generaciones. Soñaba con que al paso de los años, cuando la gente mirara sus monumentos, hablaran de lo que ella había hecho. Y yo fui el que hizo posibles todas sus ilusiones.
 
¿Qué os ha parecido? Si os ha gustado, podéis comprarlo aquí en formato papel, o bien en versión kindle aquí.

jueves, 1 de octubre de 2015

Nueva revista "Egiptología 2.0"

Buenas tardes, amigos del templo de Seshat. Me llena de orgullo y satisfacción (como decía aquél) anunciaros que desde este mes de octubre colaboraré en la nueva revista on-line Egiptología 2.0 creada por los amigos de la web Ushebtis egipcios.
Portada del nº 1
Ayer mismo salió a la luz esta nueva revista dedicada al antiguo Egipto y la Egiptología. Su publicación será trimestral y entre otros apartados tendrá noticias, entrevistas, artículos especializados, información sobre exposiciones y novedades editoriales. Con esta revista que comienza su andadura se quiere fomentar la divulgación del arte, la historia y la cultura del antiguo Egipto de una forma didáctica y amena.

Podéis descargarla pinchando aquí (es gratuíta).

J.M. Collier, Las sirvientas del faraón
Para este primer número yo he colaborado con un artículo sobre la llamada Casa jeneret (per jeneret, en egipcio), mal traducida como "harén" por los primeros egiptólogos del siglo XIX. Si leeis el artículo veréis por qué digo que esta palabra no es la adecuada. Yo lo hubiera traducido mejor como "la Casa de la música", ¿Por qué? en el artículo está la respuesta.
Espero que os guste esta primera colaboración. Para mí ha sido un honor que hayan contado conmigo para este proyecto tan bonito.
Si queréis comentar qué os ha parecido, estaré encantada de leeros. Hasta pronto.


domingo, 27 de septiembre de 2015

Los obeliscos, rayos de sol en piedra

Buenos días, amigos. Este segundo artículo del mes ha tardado un poco, pero es por una buena razón que muy pronto sabréis.
Sin más, vamos con el tema de hoy, que he querido dedicar a los obeliscos. 
Obelisco (tejen) en escritura jeroglífica
¿Qué es un obelisco?
La palabra obelisco con que conocemos estos monumentos del antiguo Egipto es de origen griego (ὀβελίσκος - obeliskos) y quiere decir "asta o columna apuntada", mientras que su nombre egipcio era tejen, es decir, "rayo de sol". Como veremos, estos colosos de piedra están relacionados con el culto solar.
Los obeliscos eran construídos en un solo bloque de piedra (monolíto), de cuatro caras, que se va estrechando ligeramente desde la base hasta la cúspide. 
Podemos decir que se componen de dos partes: 
  • El cuerpo, que estaba cubierto en sus cuatro lados de inscripciones en escritura jeroglífica con dedicatorias a los dioses, y los títulos del faraón responsable de su construcción.
  •  El piramidión, que como su nombre indica es una pequeña pirámide, el cual originalmente estaba recubierto de una capa de oro o electrón (aleación de oro y plata), metales asociados a los dioses y, especialmente, al sol. En este piramidión se inscribían símbolos solares y figuras del rey protegido por los dioses Ra o Amón-Ra.
Amón-Ra coronando a Hatshepsut
El obelisco se asentaba sobre un basamento con un friso de babuinos. El motivo para escoger este animal y no otro nos lo explica Elisa Castel:
Su conexión (de los babuinos) con el Sol nació desde el momento en que los egipcios entendieron que los gritos que profieren estos animales al amanecer estaban relacionados con los saludos que dedicaban al astro. El babuino era precisamente uno de los pasajeros de la barca de Ra en la noche y estaba encargado de rechazar las fuerzas del caos que luchaban por aniquilar al Sol. Por todas estas razones aparecen en las bases de los obeliscos, en los relieves y en los papiros, con los brazos levantados en actitud de respeto, adoración y saludo. Sin embargo, estas características también fueron asociadas a aspectos lunares.
Elisa Castel,  Egipto, signos y símbolos de lo sagrado.
Obeliscos de Tutmosis I y Hatshepsut en Karnak
Como ya dije, los obeliscos (y las pirámides) tienen su origen en el culto solar de Heliópolis, la Iunu de los egipcios. Fue en esta ciudad del Bajo Egipto donde, según el mito de la creación heliopolitano, surgió de las aguas del caos la colina primigenia. En este montículo de tierra, que era llamado benben por los egipcios, salió el sol por primera vez, iniciándose posteriormente toda la creación.
Las pirámides y el piramidión que remataba los obeliscos son, pues, representaciones del benben o colina primigenia de la que surgió la vida.
En el templo de Ra en Heliópolis se rindió culto a la piedra benben desde el período tinita (3065-2686 a.C.), puesto que al ser el lugar donde había surgido el sol por primera vez, simbolizaba también la fertilización de la tierra por medio de los rayos solares, que dan la vida.
Reconstrucción del templo de Ra en Heliópolis. Podemos ver el benben de piedra
Los obeliscos estuvieron presentes a lo largo de toda la historia egipcia, desde el Reino Antiguo (el más antiguo data del reinado del rey Teti en la Dinastía VI, que estuvo situado en Heliópolis y tenía una altura aproximada de tres metros), hasta la época ptolemaica.
Durante el Reino Antiguo y Medio, Heliópolis fue el principal centro de culto al dios solar, lo que explica que fuera allí donde se construyeron la mayor parte de estos monumentos monolíticos en dicha época. Pero con el ascenso de Amón durante el Reino Nuevo y su asimilación con Ra (Amón-Ra) pasó a ser Tebas la ciudad donde se erigieron los obeliscos más altos, en los templos de Karnak y Luxor.
Obelisco de Sesostris I en Heliópolis, el más antiguo en pie
Considerados rayos solares petrificados, los obeliscos eran sagrados en sí mismos. Durante el Reino Nuevo se colocaron en pareja (simbolizando tanto al sol, como a la luna) ante los pilonos de entrada de los templos para marcar estos como lugares santos, las moradas de los dioses.
Obelisco de Ramsés II en Luxor. Su pareja fue llevado a París
Sin embargo, no solo los faraones construyeron obeliscos. Algunos personajes privados también los erigieron en sus tumbas, aunque eran de menor tamaño (hasta de 80 cm) y peor calidad que los construídos por los monarcas.

Su construcción y traslado
Los obeliscos procedían de las canteras de granito de Asuán, al sur de Egipto. El color rojo y rosado de esta piedra era asociado con el sol, lo que la hacía idónea para la fabricación de estos monolitos.
Aquí precisamente se conserva aún un obelisco inacabado, unido todavía al lecho rocoso por uno de sus lados; el que hubiera sido el obelisco más alto de todos (casi 43 m) tuvo que ser finalmente abandonado debido a la aparición de unas fisuras. Afortunadamente para nosotros, este obelisco inacabado nos da algunas pistas de cómo se construían.
Obelisco inacabado de Asuán
En la época de esplendor de estas agujas de piedra, el Reino Nuevo, sus medidas oscilaban entre los 20 y 30 metros y su peso podía llegar a las 1.000 toneladas.
Con estas dimensiones es de suponer que el tallado y traslado de obeliscos debía resultar una tarea extenuante, en la que participarían cientos de trabajadores. Se calcula que para el obelisco inacabado del que hablaba antes se necesitarían unas 140 personas solamente para la talla y extracción, durante un periodo de siete meses y jornadas de hasta doce horas de trabajo.
Usando bolas de dolerita (piedra más dura que el granito), mazas de madera y herramientas de cobre y, posteriormente, de bronce, los trabajadores iban separando golpe a golpe el obelisco del lecho rocoso (como vemos en la imagen de la derecha).
La cara inferior era excavada también y calzada con arena y vigas de madera para sostener el obelisco. Posteriormente, haciéndolo vascular, dejaban caer el monolito sobre un trineo, del cual tiraban los trabajadores con unas cuerdas, ayudándose de troncos de madera para hacerlo rodar.
Extracción y transporte de obelisco
A continuación, llegaba el momento de transportar el obelisco hasta su destino. Para ello se usaban grandes barcazas durante la época de la crecida del Nilo. Gracias a rampas, los trabajadores desplazaban el obelisco desde la cantera hasta la embarcación. Una vez colocado en esta, partía hacia el templo, que podía estar a cientos de kilómetros.
Barcaza para transportar obeliscos. Fuente: http://www.histarmar.com.ar/nomenclatura/ElBuque/10-obelisco.htm
Cuando llegaba a su destino había que esperar a que el nivel del río volviera a bajar para facilitar la descarga del obelisco. Luego, mediante otra rampa de adobe, cientos de obreros levantaban el monolito como vemos en la imagen de abajo, ayudándose de cuerdas, rodillos y palancas. 
Finalmente, una vez colocado sobre su base, los artesanos tallaban las inscripciones jeroglíficas en sus cuatro caras y en el piramidión.
Fuente: http://www.conec.es/2012/02/los-obeliscos-proezas-del-egipto-antiguo/

Obeliscos por el mundo
La fascinación que despertaron estos monumentos monolíticos desde la Antigüedad, unido al hecho de que, a diferencia de las pirámides, podían ser transportados, tuvo como resultado que muchos obeliscos egipcios acabaran en lugares que sus constructores no podrían ni haber soñado.
Desde los emperadores romanos (que adornaron Roma y sus villas y circos con obeliscos), hasta los exploradores europeos del siglo XIX, estos monumentos sagrados del antiguo Egipto fueron transportados lejos de sus templos para adornar plazas y parques desde Roma a París, pasando por Estambul, Londres y Nueva York, donde siguen actualmente.
Obelisco egipcio en la plaza del Vaticano
Bibliografía y webgrafía: 
- Los obeliscos, destellos solares en piedra. Egiptomanía. Barcelona: Planeta DeAgostini, 1997, volumen 3, pp. 510-513.
- CASTEL, Elisa (1999): Egipto, signos y símbolos de lo sagrado. Ed. Alderabán. España, Madrid.
- CASTEL, Elisa. "Obeliscos, emblemas del antiguo Egipto". Historia National Geographic. 2015, nº 132, pp. 26-35.
- http://www.nachoares.com/articulos/los-obeliscos-egipcios/ (consulta: 26-9-15)
- http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/historia/grandes_reportajes/9740/obeliscos.html
(consulta: 26-9-15)
- http://www.conec.es/2012/02/los-obeliscos-proezas-del-egipto-antiguo/  (consulta: 26-9-15)

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