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domingo, 22 de marzo de 2015

Los tesoros de Tuya y Yuya

Máscaras funerarias de Tuya (izqda.) y Yuya (derecha). Museo de El Cairo

¿Quiénes eran?
El matrimonio formado por la señora Tuya y el señor Yuya fue uno de los más importantes de la XVIII dinastía, no solo por sus orígenes nobles, sino porque estaban emparentados con la familia real; en concreto, eran los padres de la reina Tiyi, Gran Esposa Real del faraón Amenhotep III y, por tanto, abuelos de Akhenatón.

Probablemente Yuya tuviera ascendencia extranjera, en concreto siria, a través de su padre, aunque él habría nacido en la ciudad egipcia de Akhmín. Gracias al matrimonio de su pariente Mutemuia con Tutmosis IV, Yuya fue escalando posiciones hasta convertirse en el noble más importante del país. Un nuevo matrimonio terminaría por afianzar su posición: el de su hija Tiyi con el faraón Amenhotep III. 

En vida llevó los importantes títulos de: Padre Divino (es decir, suegro del faraón), Primero entre los Compañeros del Rey, Confidente del Rey, Amigo único, Profeta de Min, Gran Príncipe y Comandante de carros de guerra de su Majestad, entre otros.

Tuya era egipcia y llevó títulos como el de Ornamento Real, el cual la equipara con algunas esposas secundarias de faraones anteriores. Es posible que llevara este título por su parentesco con la reina Ahmose Nefertari, Gran Esposa Real del fundador del Reino Nuevo, Ahmose, que expulsó a los hyksos de Egipto. Esta relación explicaría por qué su hija Tiyi pudo llegar a ser la esposa de un faraón: por sus venas corría la sangre de la primera reina del Reino Nuevo.

Gracias al matrimonio de Tiyi con Amenhotep III sus riquezas aumentaron de tal manera que Tuya y su esposo pudieron gozar de una más que holgada vejez. Tuvo también varios títulos de carácter cortesano; además del ya mencionado de Ornamento Real, destaca el de Nodriza de la Princesa Sitamón, su primera nieta. Debió haber una relación muy estrecha entre estas dos mujeres, pues se han encontrado varios objetos con el nombre de Sitamón en la tumba de sus abuelos. También fue Jefa del harén de Min, Sacerdotisa de Amón y cantante de Hathor.

Silla de la princesa Sitamón

Desdendencia
Se sabe con seguridad que fueron los padres de, al menos, la reina Tiyi. Era tal la influencia que ganaron debido al matrimonio de su hija con el faraón que incluso se enviaron escarabeos a los reyes de Babilonia, Mitanni o Hatti, entre otros, en los que se decía que Tiyi era la hija de Yuya y Tuya, como si de reyes se tratara.

Estatua del sacerdote Anen

Se cree que fueron padres del sacerdote Anen, que ocupó un papel importante en el clero de Amón, y también se plantea que fuesen padres de Ay, quien muchos años después llegaría a ser coronado faraón de Egipto. La relación que unía a Ay con el siguiente faraón, Akhenatón, fue muy similar a la que unió a Yuya con Amenhotep III (Ay también recibe el título de Padre divino, que es como decir que era el suegro del rey). De hecho, son tantas las similitudes que Ay heredó casi todos los títulos de Yuya, a los que con el tiempo añadiría más, como el de visir. De igual modo, también Ay fue padre de una reina, Nefertiti.

Familia real de finales de la XVIII dinastía

La tumba de Tuya y Yuya en el Valle de los Reyes
Yuya murió en torno al año doce del reinado de Amenhotep III, cerca de los sesenta años. Algo más tarde moriría Tuya, a una edad similar o algo más avanzada, durante la segunda mitad del reinado de Amenhotep III.

Entrada y plano de la tumba

Estos personajes tan importantes de la XVIII dinastía contaron con un honor poco habitual, concedido por su yerno: ser enterrados en la necrópolis de los faraones, el Valle de los Reyes.
Fue en 1905 cuando el acaudalado mecenas neoyorquino Theodore M. Davies descubrió la tumba casi inviolada del matrimonio. Dos años antes, y junto al famoso Howard Carter, este millonario ya había descubierto otra tumba, la de Tutmosis IV.

Yuya, izquierda, y Tuya, derecha.

Fue el 5 de febrero de 1905, estando ausente Davies, cuando su equipo encontró el primer escalón de una escalera que conducía  a una puerta. Gracias a los escombros acumulados en torno a la pequeña tumba durante las excavaciones posteriores de las tumbas de varios reyes ramésidas, la tumba de Tuya y Yuya (KV46) permaneció oculta: el sello de la necrópolis permanecía intacto en la puerta, un chacal y nueve cautivos.
Sin embargo, como comprobaron poco después, la tumba no estaba inviolada: una pequeña abertura en una esquina no hacía presagiar nada bueno. A pesar de ello, cuando llegaron a la cámara funeraria, sencilla y sin decoración, encontraron varios objetos valiosísimos. Estas son las palabras que dejó escritas el egiptólogo Arthur Weingall sobre ese momento: 

Sarcófago interior de Yuya
Durante unos momentos no pudimos ver nada, pero cuando nuestros ojos se acostumbraron a la luz de las velas vimos un espectáculo que puedo decir con seguridad ningún hombre vivo ha visto jamás. La cámara era bastante grande, una caverna tosca. En el centro había dos enormes ataúdes de madera con incrustaciones de oro. Las tapas habían sido arrancadas por antiguos saqueadores y los ataúdes internos se habían desplomado, de modo que las momias habían quedado expuestas [...] Gaston Maspero (director del Servicio de antigüedades egipcio), Theodore Davies y yo nos quedamos allí boquiabiertos y casi temblando [...] Realmente pasmados, paseábamos la mirada por las reliquias de la vida de hace más de tres mil años.

Entre los objetos hallados había un carro de guerra, armas, cofres, sillas, instrumentos musicales, objetos de aseo, vestidos, adornos o un ejemplar del Libro de los muertos. 
Un hecho a destacar es el momento en que, al destapar una jarra de miel, aún pudieron percibir su olor. Wingall de nuevo nos habla de aquello:

Cuando vi aquello por poco me desmayo. La extraordinaria sensación de encontrarte mirando una jarra de miel tan liquida y pegajosa como la que se come en el desayuno y pensar que tiene 3500 años de antigüedad fue tan paralizante que se siento uno como si estuviera loco o soñando.
Carro ligero de guerra de Yuya

Todos los objetos fueron debidamente embalados y catalogados para evitar robos. Después, fueron enviados en barco hasta El Cairo, donde aún hoy día podemos contemplar los rostros serenos de este antiguo matrimonio egipcio y sus valiosos tesoros.

Sarcófago de Tuya

Bibliografía y webgrafía:

CASTEL, Elisa. "La tumba de Yuya y Tuya en el Valle de los reyes". Historia National Geographic. 2014, nº 131, pp. 92-94.

http://es.wikipedia.org/wiki/Yuya_y_Tuyu

http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/historia/secciones/9675/tumba_tuya_yuya_valle_los_reyes.html#gallery-0


domingo, 15 de marzo de 2015

El calendario egipcio

Buenas tardes, amigos de El templo de Seshat. En esta entrada dominical os voy a hablar sobre el calendario de los antiguos egipcios.

El origen del calendario
Los inicios de la astronomía en Egipto se sitúan en el Neolítico, en torno al 4000 a.C., como prueba el yacimiento de Nabta Playa, que consiste en el alineamiento de varias piedras que reflejarían un primer intento de control del tiempo, basándose en el solsticio de verano (21 de junio, el día más largo del año). Pero este es aún un tema controvertido entre los egiptólogos.
Nabta Playa
Sin embargo, las primeras observaciones astronómicas indudables en el antiguo Egipto se sitúan en la I dinastía y será un poco después, en la II dinastía, cuando se cree el calendario civil u oficial, de 365 días, que supone el primer calendario solar del que se tiene constancia.

La importancia de Sirio y el Nilo
El calendario civil egipcio es agrícola, puesto que fue creado para determinar el ritmo de los trabajos del campo. De manera que se dividirá en tres estaciones, según las fases del Nilo a lo largo del año: 
  • AKHET, la inundación. Se compone de los meses de Thot, Paofi, Athyr y Koiahk. Como su nombre indica, el Nilo inundaba los campos.
    Los nombres del mes aparecen en egipcio, copto y griego
  • PERET, la germinación. Se corresponde con el invierno y sus meses son Tybi, Meshir, Famenot y Farmuti. Una vez retiradas las aguas del Nilo, los campesinos egipcios procedían a sembrar las fértiles tierras. 
    Corrección: Pa-en-Mejer/ Meshir (16 diciembre-14 enero)
  • SHEMU, la cosecha. Se corresponde con el verano y sus meses son Pajon, Payni, Epifi y Mesore. Una vez que los cultivos habían crecido, se cosechaban y almacenaban.
Por tanto, como vemos, el calendario egipcio constaba de 360 días divididos en 12 meses de 30 días cada uno, a los que añadían cinco más, conocidos como epagómenos. Estos cinco días, en egipcio heru repenet (Hrw rpnt) eran los dedicados a los nacimientos de Osiris, Isis, Seth, Neftis y Horus el viejo por ser los días en los que la diosa Nut pudo dar a luz a sus hijos, después de la maldición de Ra. 
Estos días ya aparecen atestiguados en el Reino Antiguo, tanto en inscripciones de tumbas como en los Textos de las pirámides.  
En cuanto al inicio del año, los sacerdotes egipcios se dieron cuenta de que poco antes de producirse la inundación del Nilo en el cielo nocturno aparecía, justo antes del amanecer, una estrella a la que ellos llamaron Sopdet, y que nosotros conocemos como Sirio. Al menos desde el Reino Medio este acontecimiento, el orto helíaco de Sirio, marcará la inminente y esperada inundación del Nilo.
Este fenómeno equivale aproximadamente, en la latitud de Menfis, al 19 de julio del año juliano o en torno al 20 de junio de nuestro calendario, el gregoriano.
Estatua del sacerdote astrónomo Anen. XVIII dinastía
Correcciones al calendario egipcio
El calendario civil egipcio constaba de 365 días, cuando la duración real del año es de 365,25 días (un año y 6 horas); es decir, el calendario egipcio no era bisiesto. En consecuencia, la salida de Sirio se retrasaba un día cada cuatro años.
Para intentar corregir este error en 238 a.C., reinando Ptolomeo III, se promulgó el decreto de Canopus, que impuso un sexto día epagómeno cada cuatro años, esto es, el calendario alejandrino. Pero los sacerdotes egipcios se negaron a aceptarlo.
No sería hasta el año 8 a.C. que, por imposición del emperador Augusto, los sacerdotes acabaron por aceptar este calendario, en detrimento del egipcio.
Tras el breve periodo de tiempo que Julio César estuvo en Egipto junto a la reina Cleopatra, en el año 46 a.C, por sugerencia de Sosígenes de Alejandría, el romano creará un nuevo calendario para Roma basándose en el de los alejandrinos: esto es el calendario juliano.

Por tanto, podemos decir que nuestro calendario actual (denominado gregoriano a partir de las reformas que el papa Gregorio XIII llevó a cabo sobre el juliano en 1582) está basado en el calendario de los antiguos egipcios.
Julio César y Gregorio XIII
Bibliografía y webgrafía:
-http://www.egiptologia.org/ciencia/calendario/fecha.htm
-Las tres estaciones. Egiptomanía. Barcelona: Planeta DeAgostini, 1997, volumen 6, pp. 1334-1337.
-CIMMINO, Franco. (2002): Vida cotidiana de los egipcios. Ed. EDAF. España, Madrid.
-BELMONTE, J.A. "El origen del calendario, la astronomía en Egipto". Historia National Geographic. 2013, nº 112, pp. 24-35. 

domingo, 8 de marzo de 2015

La reina-faraón Tausert

Buenas tardes, lectores. Como sabréis hoy, 8 de marzo, se celebra el día internacional de la mujer. Y aunque parezca mentira, a día de hoy se puede decir que las antiguas egipcias disfrutaban de más derechos y libertades que muchas mujeres de ciertos países en la actualidad.
Con motivo de esta celebración, que reivindica la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, hoy os voy a hablar de una de las pocas féminas que llegaron a gobernar Kemet en solitario. No me refiero a la famosa Hatsepsut, ni mucho menos a Cleopatra (VII) puesto que, aunque muchos no lo sepan, ésta no llegó nunca a gobernar en solitario; siempre hubo un faraón a su lado, ya fuera un hermano o su propio hijo. Me refiero a una mujer desconocida para la gran mayoría, a la cual yo descubrí hace años leyendo una de las novelas de Christian Jacq, Tausert.
Tausert
Una época turbulenta
Cuando el faraón Merenptah, decimotercer y único hijo varón superviviente de Ramsés II, falleció se produjo una crisis dinástica en Egipto: El legítimo heredero, Seti II, vio usurpado su trono, al menos en el sur del país, por un personaje de nombre Amenmose (o Amenmés) por un periodo breve de tiempo, de tres a cinco años. No se sabe con exactitud cuándo ocurrió esto, aunque la mayoría de los historiadores creen que fue a principios del reinado de Seti II.
En cuanto a los orígenes de este usurpador, quizás fuera hijo de Seti II, o bien miembro de una rama secundaria de la familia ramésida, puede que otro nieto de Ramsés II.
Desaparecido Amenmose, Seti II reinará por un corto periodo de tiempo, dejando como heredero a un joven de nombre Siptah. Debido a su juventud, se va a repetir la misma situación acontecida unos siglos antes con Hatsepsut y Tutmosis III: el poder se confió provisionalmente a la regente, en esta ocasión Tausert, madrastra de Siptah.
Cronología tomada de "Historia del antiguo Egipto", Ian Shaw
De Gran Esposa Real a faraón
Seti II. Museo de Turín
Según Diodoro de Sicilia, Tausert (1188-1186 a.C.) fue la quinta mujer en gobernar Egipto como faraón. Fue, además, la segunda esposa de Seti II, con quien tuvo un hijo, Seti Merenptah, que falleció siendo aún un niño. De tal manera que sería el hijo de otra esposa, Siptah, quien finalmente heredó el trono a la muerte de su padre. Sin embargo, era un joven enfermizo, cuya momia ha desvelado que tenía la pierna izquierda inútil por la poliomielitis. Su juventud y mala salud dejaron el gobierno en manos de la regente y de un canciller de origen sirio llamado Bay.
Después de un reinado efímero, el enfermizo Siptah murió y fue entonces cuando Tausert vio la oportunidad para hacerse con el control absoluto de Las Dos Tierras
pierna deforme del faraón Siptah
Al igual que un faraón masculino, Tausert adoptó los títulos reales y se hizo llamar Sitre Meritamón Tausert, es decir, Hija de Re, Amada de Amón, Tausert. Este último, su nombre de nacimiento, significa La poderosa, un nombre muy apropiado para la que sería el último faraón de la gloriosa XIX dinastía.


El reinado de la reina-faraón
Aunque Manetón nos habla de un reinado de siete años, muy probablemente fuese más corto, ya que la reina empezó a calcular los años de reinado a partir de la muerte de Seti II, sin tener en cuenta los años durante los cuales fue regente de Siptah.
 Su reinado podría haberse limitado a un par de años, durante los cuales reanudó los contactos comerciales con otros países y realizó una política de construcción: de sus obras arquitectónicas hoy día solo quedan vestigios en Tebas, Abidos, Hermópolis, Menfis y Heliópolis. En cuanto a su tumba, es la segunda mujer, después de Hatsepsut, en tener una tumba en el Valle de los reyes. Más tarde, dicha tumba sería usurpada por Setnakht, su sucesor y padre de Ramsés III, destruyendo los cartuchos de la reina-faraón.
También hizo construir su propio templo funerario, que estaba situado al sur del famoso Rameseo de Ramsés II.
Se sabe también que continuó la explotación de las minas de turquesas del Sinaí y su nombre ha aparecido en objetos en Palestina y Nubia, indicador de la continuación de los contactos comerciales con esas zonas.
Todo esto nos permite deducir que su reinado, aunque breve, fue pacífico y relativamente próspero.
Isis y Neftis. Tumba de Tausert y Setnakht
Una nueva damnatio memoriae contra una reina-faraón
Tras la muerte de Tausert, y como sucediera con Hatsepsut, se inició una damnatio memoriae contra esta mujer. Según el Papiro Harris, Setnakht, su sucesor, aparece como salvador, iniciando una campaña de destrucción de la memoria de Tausert. Como ya he dicho, se apropió de la tumba que la reina había comenzado a construir en el Valle de los reyes, inscribiendo su nombre sobre el de la reina-faraón.
Tumba de Tausert y otros monarcas de finales de la XIX dinastía en el Valle de los Reyes. También el canciller Bay contó con el privilegio de construirse una tumba en dicha necrópolis, señal de su enorme poder e influencia durante el reinado de Siptah y Tausert.
En cuanto al destino de la momia de Tausert, se pensó que Setnakht habría destruido sus restos como parte de esa campaña para borrar su nombre de la historia. Pero parece que la momia hallada en el escondrijo de la tumba de Amenhotep II junto a la de Siptah, y que está parcialmente destruida, podría ser la de esta mujer.
Momia de la reina Tausert
-La reina...la señora Tausert ha llegado, majestad -anunció el intendente de palacio.
-Hacedla pasar.
Amenmés había decidido recibir a su enemigo en la sala del trono del palacio de Karnak. Se había colocado la corona azul y se había sentado en el sitial de madera dorada que anteriormente había ocupado Merenptah.
 En cuanto apareció Tausert, el rey perdió la seguridad en sí mismo. La reina llevaba una túnica roja que ponía de relieve el oro de sus joyas, y parecía más una diosa que una simple mortal. La piedra de luz III. Paneb el Ardiente, C. Jacq.
No me digáis que esta historia no se merece una película o una serie. Hasta el próximo domingo, amigos.

Bibliografía y webgrafía:
 - http://www.egiptologia.com/historia/339-tausert-la-reina-faraona-del-periodo-ramesida.html 
- La reina-faraón Tausert. Egiptomanía. Barcelona: Planeta DeAgostini, 1997, volumen 5, pp. 961-963
- SHAW, Ian. (2007): Historia del antiguo Egipto. Ed. La esfera de los libros. España, Madrid
- JACQ, Christian (2000): Las egipcias. Ed. Planeta. España, Barcelona.
- JACQ, Christian (2000): La piedra de luz III. Paneb el Ardiente. Ed. Planeta. España, Barcelona.

ot, el escriba de los dioses. Egiptomanía. Barcelona: Planeta DeAgostini, 1997, volumen 3, pp. 664-665. - See more at: http://eltemplodeseshat.blogspot.com.es/#sthash.aqXAlK16.dpuf

domingo, 1 de marzo de 2015

Los lamassu, genios protectores de Mesopotamia

Buenos días, amigos. Hoy me vais a permitir escribir una entrada un poco diferente a las que suelo escribir cada domingo. 
Como supongo que sabréis, ciertos individuos descerebrados y bárbaros, cuyo nombre no me da la gana escribir, pues con sus actos deleznables solo quieren propaganda, han cometido recientemente uno de los actos más abominables que se puedan cometer, además de quitarle la vida a personas inocentes: Un intento de damnatio memoriae en toda regla. Porque, aunque este término suene a tiempos pasados, a tiempos oscuros de hace cientos o miles de años, desgraciadamente hoy día está de actualidad.
Hoy escribo para evitar "la condena del olvido" que estos bárbaros quieren imponer a la cuna de la civilización, la antigua Mesopotamia. No diré sus nombres, no hace falta. Todos sabemos quiénes son.
Hoy mi egiptomanía cede su puesto a mi amor por la historia en general, y al rechazo por todo tipo de acto bárbaro y sin sentido, como es este del que hemos sido testigos hace apenas un par de días. 
Pero no voy a poner imágenes de eso. Eso es lo que ellos querrían, aterrorizarnos con las barbaridades que son capaces de hacer por defender sus erróneas ideas. 
Aunque expertos dicen que la mayoría de las piezas destruídas son solo reproducciones, algunas de ellas sí son originales; como es el caso de los enormes lamassu, condenados por su tamaño a la destrucción y al olvido. O al menos esto último pretenden esos descerebrados. Pero no lo van a conseguir.
Hoy, contra la barbarie y la intolerancia, mi pequeño y humilde granito de arena es este. No hablar de su destrucción, sino de lo que representan estas hermosas esculturas.
Lamassu de Jorsabad (Irak)
Los lamassu
Estas criaturas eran consideradas divinidades protectoras. Se trataba de seres híbridos con cuerpo de león o de toro, cabeza humana y alas de águila, tocados con la mitra con cuernos característica de los dioses mesopotamios.
Los asirios adoptaron posiblemente de los hititas la costumbre de poner como guardianes en las entradas de sus edificios a estos animales monstruosos. Eran, por tanto, elementos apotropaicos, es decir, protectores, para guardar las puertas de las ciudades o palacios, generalmente en parejas como vemos en la imagen de arriba. 
Su aspecto temible estaba pensado para infundir respeto y espantar a los espíritus maléficos y a los enemigos, acabando con la vida de todo aquel que no tuviese buenas intenciones (qué irónico). Los asirios se creían rodeados de una multitud de demonios causantes de calamidades y males, como Pazuzu (rey de los espíritus malignos del aire), Lamashtu (devoradora de niños) o Labartu (demonio femenino causante de enfermedades). En contraposición, tambien creían en la existencia de seres benignos, de adscripción celestial, como los mencionados Lamassu, Shedu o Utukku. Estos seres, volubles y caprichosos, debían ser contrarrestados mediante prácticas mágicas (shiptu) u oraciones (nish qati).
Pintura de un lamassu, palacio provincial de Til Barsip (Tell Ahmar, Siria). Siglo IX a.C.
Iconografía
Al estar subordinadas a la arquitectura y adaptadas a un marco estructural, sus figuras fueron, invariablemente, de aspecto cuadrangular, admitiendo dos puntos de vista: podían ser observadas desde un punto de vista frontal o bien lateral, por lo que se representaron con cinco patas, visibles a un tiempo sólo si se las observaba oblicuamente (ver foto abajo). 
Lamassu y Gilgamesh
Al igual que los relieves, cuentan con una extraordinaria preocupación por los detalles y ornamentos, a pesar de sus dimensiones. Entre los más bellos destacan los del palacio de Dur-Sharrukin, hoy Jorsabad (Irak), de Sargón II, representados con gran número de adornos.   
Las figuras que protegían el acceso al palacio, así como al Salón del trono, llegan a proporciones verdaderamente monumentales. Aquí, entre los seis lamassu (de 4,20 m de altura cada uno) de la puerta principal del palacio, (uno de ellos en el Museo de Chicago), aparece una mítica figura de la antigua civilización sumeria, la del héroe del león (de casi 5 m de altura), con el cuerpo de perfil y el rostro de frente, conocido por las dos versiones del Museo del Louvre (en una lleva túnica corta y en la otra toga), con su larga barba rizada, sus bucles, su machete y su león; algunos autores no dudan en identificar este personaje con Gilgamesh, el antiguo rey de Uruk (foto de arriba).
Lamassu en el Louvre
Junto a ellos también podían aparecer relieves de genios alados como este:
Genio alado en alabastro. Siglo IX a.C. Louvre
Estas grandes esculturas mesopotámicas pueden verse hoy día conservados en museos como el British Museum en Londres, el Louvre de París, el Metropolitan de Nueva York, el Museo de Pérgamo en Berlín y el Instituto Oriental de Chicago. E imagino que aún quedará alguno en algún museo iraquí...o no...

Lamassu del Museo de Pérgamo, con cuerpo de león
Los toros en Mesopotamia se asociaban a las corrientes de agua que llevaban la fertilidad, y también al poder. Por otra parte, la cabeza humana les dotaba de inteligencia y la larga barba  les ligaba a las divinidades, al igual que la corona con cuernos.
La cara de los lamassu representaba al rey que gobernaba en el momento de levantarse la escultura. 
Por el bajo vientre asoman escamas de pez y las alas de águila les relacionan con el sol.
Por tanto, son seres que recrean el equilibrio entre el cielo, la tierra y el agua, y permiten intermediar entre los hombres y las divinidades
Lamassu, Instituto Oriental de Chicago
Como espíritus del hogar protegían al pueblo, que enterraba tablillas de arcilla con representaciones de estos genios protectores en el umbral de sus casas para protegerlas.
Como ya dije, se colocaban en parejas a la entrada de los palacios y las ciudades, en tamaño colosal. A veces, también eran motivo de decoración parietal en los palacios, como en el dibujo de más arriba.
Esta criaturas aparecerían posteriormente en el arte persa, donde con algunas variantes se representaron en las entradas monumentales de Persépolis
Persépolis
No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños

Cicerón (106 a.C.- 43 a.C.), escritor, orador y político romano.

Bibliografía y webgrafía:
- Prehistoria y primeras culturas, el amanecer del arte. Historia del arte, el lenguaje de los genios. Madrid: Signo editores, 2012, volumen 1. 
- http://en.wikipedia.org/wiki/Lamassu
- http://www.artehistoria.com/

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